miércoles, 24 de diciembre de 2014

NAVIDAD TODOS LOS DIAS

La capacidad analítica y la forma de brindar soluciones creativas a los problemas relacionados con una parte de la informática denominada Inteligencia de Negocios ( Business Intelligence) convierten a Víctor ( un gran amigo mío) en un ínclito en la materia, un experto, un  gran profesional—poseedor de cultura general impresionante—, ha estado en  varios países de Latinoamérica y,  sobre todo,  es una extraordinaria persona.

El onomástico de Víctor es el veinticuatro (24) de diciembre,  y por su forma de expresarse con respecto a este “bendito día”, pienso que sus cumpleaños no han sido como los de un niño común y corriente.  Nacer en la víspera del nacimiento de Jesús (que proviene del arameo Yeshúa  que significa: “el salvador”), es algo especial, al menos para mí, seguidor de los dogmas y preceptos de Cristo(del griego Christós que significa: “el mesías”, “el ungido”, “el salvador” ) — bueno, al menos hago el intento, aunque siempre, como dice San Pablo: “No hago el bien que quiero y hago el mal que no quiero”— .

Aunque el malestar de mi amigo Víctor pasa por el singular tamiz de la anécdota, hay un trasfondo mucho más interesante: el nacimiento de Jesucristo. ¿Será cierto que Jesús nació el veinticinco de diciembre? Vamos analizar un poquito la situación, por que como el mismo Jesús lo dijo: “La verdad os hará libres”. Empecemos.

Si nos situamos en el «espacio-tiempo» del nacimiento de Jesús, está claro que es muy difícil determinar el día de su natalicio con tal precisión. Jesús nació en Belén—que significa “Ciudad del Pan”—, un paupérrimo villorio que, junto con Galilea y otros lugares de Palestina habían sido anexados al vasto y poderoso imperio romano. Adicionalmente, las sagradas escrituras infieren que Jesús nació en un pesebre—un establo— y es obvio que no había nadie para registrar ese nacimiento. Sin embargo, los habitantes de este pequeño planeta azul, en su mayoría, celebramos el nacimiento del Salvador y lo celebra el veinticinco de diciembre. El cuestionamiento cae por su propio peso (aunque eso depende de que tan fuerte sea la reflexión sobre este tema); si no sabemos el día exacto ¿por qué, entonces, celebramos el veinticinco de diciembre? ¿Y por qué no el veintidós de julio?, ¿O el veinticinco de marzo? u otro día del calendario.

Para intentar descubrir el porqué, tenemos que comentar irremediablemente sobre el movimiento de traslación de nuestro querido planeta…¡así es! ¡aunque parezca absurdo!. Sabemos que la tierra gira alrededor del Sol, en una órbita elíptica. La distancia promedio entre la tierra y el Sol es de 150 000 000 de Kilómetros, y sabemos también que se demora 365 días con 6 hora. Imaginemos una elipse, en el centro hay un punto, sobre ese punto trazamos dos rectas que se cortan perpendicularmente: una horizontal y la otra vertical. La línea recta del eje mayor—en este caso la línea horizontal— intersecta a la elipse en dos puntos, que son los puntos más lejanos al centro de la elipse; asimismo, la línea recta del eje menor—en este caso la línea vertical—intersecta a la elipse también en dos puntos —que son los puntos más cercanos al punto central de la elipse—.

Hasta este momento, espero que en nuestra mente se haya trazado una elipse dividida en cuatro partes y cinco puntos —arriba, abajo, izquierda, derecha y el punto central—. Retornando al movimiento de traslación de la tierra, a los dos puntos más lejanos de la tierra con respecto al Sol, se les denomina Solticios, que significa “sol quieto; y a los dos puntos más cercanos se les llama Equinoccios (del latín aequinoctium ,aequus nocte, que significa "noche igual").

Lo que nos interesa en esta reflexión son los solticios. Si bien es cierto, el nombre es moderno, en realidad nuestros antepasados al contemplar con mayor detenimiento y admiración los astros y sus desplazamientos, lograron descubrir estos ciclos sempiternos de nuestro planeta alrededor del Sol (aunque, desde luego, ellos no tenían capacidad científica para definir el porqué). Nuestros antepasados pudieron comprobar en base a la experiencia que había dos solsticios —como lo hemos explicado, son los dos puntos más extremos de la elipse—. Uno de ellos es el “solticio de invierno”  y el otro, el “solticio de verano”. Tomando como referencia a Europa, es decir el hemisferio norte; cuando ellos están en el “solticio de invierno”, nosotros—los del hemisferio sur—estamos en verano; y cuando en Europa llega el “solticio de verano”, nosotros estamos en Invierno.

Para los antiguos europeos, es decir para los celtas o preromanos, los padres de los actuales, finlandeses, noruegos, suecos, etcétera, estos dos momentos eran momentos especiales.  En el “solticio de invierno”  ocurre el día más corto del año y, a su vez, la noche con más larga duración. Esto significaba algo terrible en las mentes de aquellas culturas; en otras palabras, ellos tenían el temor de que el dios Sol, ya no despierte y quede atrapado por siempre en la espesa oscuridad de la fría noche europea; tenían miedo de que el Sol se quede quieto… impertérrito.
Para evitar esto, los antiguos hacían una serie de celebraciones y ritos, entre ellos : quemar madera, hacer fogatas con árboles de pino; con el objeto de invocar al dios Sol para que se mantenga con  su fuerza y vigor. Se celebraba, entonces,  el renacer del dios de la vida, del dios Sol. Muchos años después, los romanos adoptaron también esta celebración y adaptaron otras costumbres, a la que llamaron «saturnalias», en honor al dios de la fertilidad de la tierra o de la agricultura: Saturno.

Cuando el emperador Constantino declara al cristianismo como religión obligatoria y formal del imperio romano, de alguna manera se trató de mitigar las costumbres paganas y, sobre todo, una de las más fuertes en ese tiempo,  que era la fiesta del “solticio de invierno”,  que se llevaba a cabo entre los días  veinte y treinta uno de diciembre; esta fiesta calzaba a la perfección con la venida de un nuevo ciclo vital para la agricultura. Desde esos momentos en Constantinopla (la actual Estambul, en Turquía) se asume el veinticinco de diciembre como el posible nacimiento de Jesucristo. ¡Increíble, verdad!

Pero en el “solticio de verano”, también había celebraciones paganas o ritos a base de fuego y árboles. Este solticio empieza entre el veinte y veinticuatro de junio. ¿Recuerdan qué fiesta cristiana se celebra el  veinticuatro de junio? Sino lo recuerdan, celebramos el día de San Juan Bautista.

En resumen, estoy convencido de la presencia de Jesucristo en este mundo. Convencido por los milagros descritos en la biblia, y por los historiadores romanos que tuvieron la oportunidad de escuchar y ver el testimonio de los verdaderos cristianos de la iglesia primitiva. Jesucristo con sus principios, su doctrina, conducta, su palabra, deja entrever el poder de un ser superior. La palabra hecha carne :”cielo y tierra pasarán, más mis palabras no pasarán”. Esta frase de Jesús tiene más de veinte siglos y aún tiene vigencia. Hemos visto caer imperios poderosos, sin embargo, la iglesia de Cristo, aún sigue luchando y viva en este mundo cada vez más inicuo.  A pesar que al interior de la misma existen integrantes malévolos, son “ratas” que deben ser expectoradas y extirpadas del seno eclesial.

Pero mi convencimiento por la presencia de Jesús es mayor porque este baladí ser humano ha  experimentado en vida propia el amor y los milagros de Cristo y la efectividad de su palabra. Sé que cura y sana de verdad, es una experiencia personal invalorable, de la cual estoy infinitamente agradecido. No obstante a esto, quiero expresar que lo que hoy vemos como navidad  se traduce en  estrés, regalos, gastos, deudas, comercio, robos, etc; en fin, es la manifestación perversa del capitalismo salvaje. Nadie se acuerda de Jesús, ni de lo que representa para la humanidad, ahora hemos trocado el nacimiento del Salvador por un señor gordo bien abrigado ( papa Noel, le llaman; sin saber que fue y es la imagen de una conocida marca de gaseosa norteamericana).
  
Si me preguntan qué es la navidad, yo diría que debiera ser un estado de reflexión perenne, en la que analicemos nuestra presencia en este mundo, que se traduce en la interacción armoniosa frente a nuestros semejantes. Primero  con nuestros padres, que aún nos lo perdonamos y reprochamos; con nuestros esposos o esposas, que criticamos y queremos que sean como son en nuestro modelo mental; con nuestros hijos que queremos que sean lo que nosotros no hemos podido ser; con nuestros amigos y parientes cercanos que siempre sacamos provecho.

En resumen, que nuestra relación con el otro se base fundamentalmente en el amor. “Amar a Dios sobre todas las cosas y tu prójimo como a ti mismo”. ¡Que mérito tenéis si amas a los que te aman! ¿Acaso eso no hacen los gentiles? Son algunas frases de la doctrina de Jesús.


El amor es la traducción de la presencia de Dios en nuestro corazón, que se debe propagar hacia el otro. Ese es el camino que podemos vislumbrar gracias a la luz del nacimiento del niño Jesús. Según esto les quiero desear… ¡Feliz navidad siempre! Y a mí a amigo Víctor que ya no reniegue.

domingo, 26 de octubre de 2014

GLORIOSO C.N 7 ENERO PRIMERO C, PRIMERO H


Después de dos meses de iniciado el colegio, ya me había habituado al nuevo ritmo académico. También, obviamente, me  había acostumbrado a mis nuevos compañeros de estudios. El C.N 7 de Enero, era esencialmente un colegio técnico. Los cursos técnicos que podíamos llevar eran: agricultura, carpintería, mecánica, repostería, costura, dibujo técnico y artesanía. En los dos primeros años podíamos alternar estos cursos, dos cursos especializados por año. Al final de los dos años habíamos transitado por cuatro cursos especializados. Ya en el tercer año, decidías que curso llevar hasta el quinto año.

Con gran entusiasmo escogí el curso de mecánica para el primer semestre y recuerdo claramente que nuestro trabajo final fue un porta-macetero, el cual lo coloqué orgulloso en mi añorada casa. El docente  encargado del curso fue el profesor Bartolo. Gracias a su paciencia, aprendí al menos a soldar. Mi mente alberga recuerdos fantásticos de mi  profesora de Lengua y Literatura, era simplemente extraordinaria, se llama Teolinda Timaná. En ese tiempo, yo veía un rostro fuerte, faz simétrica y con algunos lunares que armonizaban maravillosamente la figura de la mujer del norte del país. Ostentaba  un tono de voz potente; cuando aumentaba los decibeles, por alguna broma de alguno de nosotros, me entraba un miedito, que hacía que mi corazoncito latiera más de la cuenta. Realmente  ¡enseñaba muy bien!. Hace poco tuve la oportunidad de verla, fui a al CN 7 de Enero con mi familia, obviamente no me reconoció. Me he envejecido mucho, sin embargo yo contemplaba su rostro y admirablemente era el mismo rostro de hace casi veinticinco (25) años.

 Igualmente recuerdo a  mi profesora Liliana Espinoza, me enseñó Ciencias Naturales, y realmente fue ella la que sin saberlo, infundió en mi nimio pensar el afán de  investigar todo lo relacionado a la naturaleza, a la luz y al origen de la vida. Mi profesora Liliana tenía un carácter muy dulce, su clase era un susurro para mi oído y sinceramente muchas de las frases  dichas por ella las recuerdo siempre. Me acuerdo que en una clase hizo una pregunta:
— ¿Qué es la luz?  —Todo se trocó en silencio, el aula bulliciosa se tornó como un convento, la pregunta eran tan fácil y la respuesta tan difícil. Jelssy Montenegro Alvarado intercambiaba miradas de desconcierto con Paola Clarita Olaya Zapata y también con Cristina Sánchez Moreno; que por cierto eran  las alumnas más aplicadas y ordenadas del primero C. Yo, que era parte de los jacobinos y zamarros: Francisco Benedicto Yacila Lomas, Carmen Elena Álvarez Morales y Patricia Saavedra Natalhs, recordé que había leído algo sobre la luz en mi álbum “El Más y el Menos”, un álbum interesantísimo. Alce tímidamente mi manita y dije:
—Profesora Liliana, ¡la Luz es una radiación!
La mayoría de los zagales compañeros míos se rieron, se burlaron de tal respuesta, nadie sabía lo que era la palabra radiación y para ser sincero, yo tampoco. Algunas de las cien mil millones de neuronas—que todos tenemos en nuestro cerebro— había desempolvado  dentro del mio aquel recuerdo y generosamente dejaban filtrar de manera casi automática la respuesta. Pude ver el rostro de mi profesora, luego de la respuesta  y realmente fue algo tan exquisito emocionalmente. Esta  etérea respuesta  fue el prólogo para una inolvidable clase sobre la Luz.

Todo ese primer semestre transcurría extraordinariamente bien, hasta que algo ocurrió después de las vacaciones por fiestas patrias. Las autoridades del C.N. 7 de Enero hicieron un experimento, concretizaron una idea que causó un alboroto y un sin sabor en algunos estudiantes.  Efectivamente, tomaron la drástica decisión de crear una nueva sección: “Primero H”; que iba estar conformada por los 6 últimos alumnos de cada sección—ordenados de manera alfabética—. Las secciones A, B, C, D, E, F y G  fueron seccionadas y parte de sus miembros se constituyeron en la novel y vilipendiada  sección H.

Ya en  agosto, tuve que adaptarme a mis nuevos compañeros. Inicialmente me juntaba con mis compañeros del primero C, los que habíamos sido desterrados del tal maravillosa sección. Entre ellos estaban los hermanos Valladares Morán (Lorenzo y Gonzalo), y un hermano Rosillo Pedrera(Los Zorros). Francisco Yacila Lomas (Jero) debió estar con nosotros, pero su papá preocupado por la situación del segundo de sus hijos, logró convencer a las autoridades de que dejen a su hijo en la sección C. Aquella sección H era diametralmente opuesta a la tranquila, serena y disciplinada sección C. La H, era la versión moderna de los Efesios. Los alumnos éramos palomillas, inquietos, desobedientes, burlones y todos los etcteteras. Entre clase y clase, a los profesores les caía alguna pelotita de papel. Nadie decía nada, si no, ¡ Fuente Ovejuna!. Las niñas no eran tan niñas, estaban mucho más desarrolladas que los varones. Recuerdo a Flor y Selena, entre las adolescentes con mayor carisma y arraigo entre los compañeros. Yo tenía que ser parte de esa jungla, era el Benjamín, el pequeñuelo, el cachorro; pero  tenía que ser malcriado, tenía que ser el paladín de la palomillada, disfrazarme de atrevido, obviamente con un disfraz que me quedaba muy grande. 

Recuerdo a un profesor de Religión que tenía la fama de ser pegalón, y eso que era seminarista. Nosotros teníamos la costumbre de que cada vez que venía un profesor, nos parábamos como signo de respeto. Resulta que mientras el profesor estaba cruzando hacia su escritorio, se me ocurre bostezar. Todos los compañeros se rieron de  mi mal proceder., para ser sincero fue una ignominia para el docente. El profesor hizo honor a su apodo, cogió su regla de madera; un metro y medio de largo y ocho (08) centímetros de ancho y mismo Samurái consumido por la adrenalina, me dio un certero golpe en la boca del estómago. Del  dolor me puse a llorar—sin ruido, pero con muchas lágrimas—, sentí una inmensa vergüenza, pero realmente el dolor fue muy fuerte. Luego recordé lo mal que había hecho y me dio un ataque de risa. Al verme reír, todos los compañeros se volvieron a reír y el profesor pegalón también. No le comenté nada a mi madre, porque seguro me caía una tanda gratis. Posteriormente, fueron tantas las quejas de los alumnos hacia el profesor pegalón que terminaron despidiéndolo. Luego me enteré que dejó el seminario y se casó. 

El profesor Marco La Chira, ¡era genial! Me enseñó Matemáticas. Tenía un carácter agradable  e invitaba a preguntar. El usaba el libro de Máximo de la Cruz Solórzano y siempre después de cada clase, dejaba tarea. Conocía su tema, la factorización, sumas algebraicas, potenciación de fracciones, etcétera; fueron temas que los explicaba magistralmente. Yo tenía cierta habilidad por las matemáticas, así que trataba de extraer al máximo los conocimientos del profesor Marco.

Ese año escolar, es decir el año 1988 fue sin duda alguna  un año sin igual para mí. Había ingresado al admirable Colegio Nacional 7 de Enero, me consideraba un primarioso; adicionalmente había conocido a nuevos amigos. En el primero C estaban las adolescentes más hermosas que yo había visto. Había participado en la sección más palomilla, despreciada, desdeñada del primer año y sobre todo había pasado inadvertido, no me habían  agarrado de pan. El tránsito escolar, es decir los exámenes, los trabajos, las evaluaciones no eran tan difíciles como pensaba  inicialmente, cuando aún estaba en mi  escuela primaria  “La Tres”. Sinceramente  con un poco de esfuerzo y disciplina cualquier actividad académica resulta exitosa. En la clausura del año escolar, una compañera de mi antigua sección del Primero C, Cristina Sánchez Moreno, una espigada adolescente, hija de un militar, ordenada, disciplina y muy aplicada, obtuvo el primer puesto en aprovechamiento para orgullo creo yo, de sus familiares. Habían muchos buenos alumnos en ese primer años. En el primero A, estaban Azañero Rodriguez , Barrientos Pacherres Karin; en segundo B: Medina Moran Jessica, Palacios Agurto César, Ecca Espinoza Sara; en primero D: Fernández Rosillo Julissa,en primero E: Escobedo Dios Erin y un compañero que le decíamos Cholo (lamentablemente no recuerdo su nombre completo); entre otros buenos estudiantes. Empero, un pequeñuelo, pusilánime y sobre todo  muy enjuto niño,que nadie daba ni un sol, proveniente de la escuela más precaria de Corrales, obtuvo un honorable segundo lugar.

jueves, 7 de agosto de 2014

ANALIZANDO EL PROBLEMA DEL FUTBOL PERUANO


Hace poco días terminó el mundial de fútbol Brasil 2014, donde todos sabemos se coronó campeón la poderosa escuadra alemana liderada por  Joachim Löw, su humilde y efectivo director técnico. Para ser sinceros, desde las eliminatorias para el mundial de Francia 98, exactamente desde que Perú perdió 4 a 0 ante la selección chilena  en Santiago, el entusiasmo por el fútbol ha ido decayendo considerablemente en mí. Esto debido a la cuita inmensa, al dolor profundo, al sabor  amargo que me dejó tan terrible derrota, ya que sólo necesitábamos un empate, un minúsculo empate, y estábamos clasificados al mundial, después de más dieciséis (16) años en ese entonces.

Los siguientes encuentros oficiales  de nuestra blanquirroja, eran más de lo mismo, se empezaba bien y poco a poco, en el fragor de las justas eliminatorias, se evidenciaba nuestra triste realidad. Los medios de comunicación hacían lo imposible por  seguir en este negocio tan lucrativo que es la selección peruana de fútbol y todo lo que el fútbol es capaz de mover y generar, económicamente hablando; e inclusive para seguir atormentándonos o en su defecto, haciéndonos creer que estamos en el país de las maravillas del fútbol, se presentaban brujos, chamanes, pitonisos, adivinos donde luego de sus ademanes aseguraban que el Perú era ganador antes de cada partido; hasta las mentes gemelas aseguraron en el año 1998 que el Perú clasificaba  al mundial Korea Japón 2002 y, como vemos, ante la cruda realidad, creer esto, resulta la estulticia más grande;aunque a algunos nos gusta sentirnos estúpidos, sólo por la mera ilusión de ver a once peruanos jugar en un mundial de fútbol.

 

Todos sabemos que no vamos a un mundial desde España 82, es decir aproximadamente treinta y dos (32) años, varias generaciones de peruanos no han visto una selección peruana de fútbol  en un mundial; son muchos años, pero nadie entiende cual es el problema de fondo. A diferencia de los comentarios sazonados por  la inercia propia de la cólera y la desazón, emitidos por los disque eruditos en el fútbol, representados normalmente por los comentaristas de la prensa escrita y televisiva, incluyendo algunos ex seleccionados peruanos, puedo expresar mi punto de vista con algunos factores determinantes en el  momento de la acción, en el momento de ganar los partidos, porque para clasificar se necesita ganar cada partido, y para eso se tiene que estar preparado.

 

Desde mi nimio entender en este deporte, describo algunos factores que pueden ser los causantes de esta penosa realidad:

 

1)  Falta de Responsabilidad y escasa estructura moral de nuestros jugadores

 Quién no recuerda las salidas nocturnas de algunos jugadores o, los culebrones en hoteles conocidos que tanta prensa dieron. En definitiva estoy convencido de la precaria responsabilidad de nuestros jugadores, esto aunado  a que la mayoría de nuestros jugadores proviene de una atmósfera social que dista mucho de un lugar donde se imparte los diez principios básicos del desarrollo o decálogo del desarrollo (Orden, Puntualidad, Limpieza, Honradez, Responsabilidad, Amor por el Trabajo, Deseo de Superación, Respeto a la Ley y los Reglamentos, Respeto a los derechos de los Demás, Afán por el Ahorro y la inversión). ¿Cómo entender a alguien que tiene un compromiso oficial de fútbol y se escapa de la concentración para ir a divertirse? o ¿Cómo es posible que habiendo reglas claras donde se prohíbe el ingreso de damas a las habitaciones de la concentración,  algunos de estos zopencos hagan exactamente lo contrario? Para muestra un botón. Estos jugadores son el reflejo de esta sociedad o, de al menos de la mayoría de los integrantes de esta; son los engendros  de la realidad en la que vivimos y de la que normalmente nos escandalizamos. Pienso que inculcando inicialmente la Responsabilidad y el Amor al trabajo arduo, cambiaremos  todos, y en esa bolsa se incluye de yapa, a los jugadores de Fútbol. Sino, imaginemos por un momento como es un día de un jugador de la selección alemana, es el vivo reflejo de su sociedad.

Aquí tenemos mucho que trabajar, si pudiéramos medir a través de un indicador la responsabilidad de los seleccionados peruanos,  podemos estimar que estamos en un nivel promedio de 3 de un total de 10.

  

2)   Carencia de jugadores de calidad

 

 Después de la extraordinaria generación de jugadores de la década de los Setenta, no hemos tenido un grupo humano con la exquisita calidad de aquellos exiguos futbolistas. Salvo la aparición esporádica de algunos dotados por la divinidad, de aquel talento que nos hace admirar el fútbol. Particularmente el último genio del fútbol peruano que recuerdo, es el  Poeta de la Zurda, César Cueto. Sencillamente fantástico. Pero ¿Qué estamos haciendo para que aparezcan jugadores  de calidad y cada año? ¿Qué hace la Federación Peruana de Fútbol? ¿Qué hace la Asociación de Fútbol? ¿Qué hace el gobierno central? ¿Los gobiernos regionales o locales? ¿Qué hace la Sociedad Civil? ¿Qué hacen las empresas privadas? ¿Qué hacemos los ciudadanos de pie? Acá nos gusta el fútbol, pero no respiramos fútbol, como los argentinos, los brasileños, alemanes o ingleses.  Sin desmedro a lo comentado, en el Perú salen jugadores con un talento innato. Sobre todo en  zonas donde los niños tienen la libertad de jugar libremente. Uno de esos lugares es el Callao. He tenido la oportunidad de vivir en una de las zonas más futboleras del Callao, Chacaritas.  A veces peloteaba con los muchachos y realmente era impresionante verlos jugar. Todos eran unos maestros con la pelota y jugaban sincronizadamente,  fuera de la facha o los tatuajes, estos jóvenes tenía un talento innato con la pelota, y realmente estaba convencido que estos muchachos podrían ser  buenos jugadores de fútbol, pero la desidia, la falta de oportunidad impedía este gran salto.

 

Deberíamos quizás trazarnos la meta de conseguir o formar jugadores de calidad, con técnica y talento demostrable y que empiecen a jugar al fútbol desde muy temprana edad. Para eso, la escuela cumple un rol importantísimo, los gobiernos locales también. Campeonatos en  los colegios, posteriormente a nivel distrital, luego provincial y departamental auspiciados por la empresa privada, con metas claras con indicadores de gestión para ver el avance, sería una buena opción. La contratación de personas que sepan de fútbol tanto futbolistas como entrenadores, comprometidos en este gran sueño.  Cuando Nicolás Delfino o Burga (no recuerdo bien) inauguraron la Villa Deportiva Nacional ( VIDENA) fue un logro importante para el fútbol nacional  ¡ Eso dijeron!  Y la idea principal era la preparación y formación de futbolistas de calidad. Como decía mi abuela, la Práctica hace al maestro, necesitamos niños que practiquen el fútbol más tiempo, que existan la infraestructura adecuada, canchas de fútbol, y no solamente lozas deportivas; necesitamos un liderazgo organizacional orientado a mejorar la calidad del futbolista peruano. Una estructura nacional, que la FPD inicie este arduo trabajo con miras a unos 10 a 20 años.  

 

3)      Baja Autoestima del Jugador

 

Cada vez que veo a una selección peruana de fútbol jugar de visitante, sobre todo con los argentinos, los chilenos, los uruguayos, los paraguayos y brasileños; puedo percibir el miedo, temor, terror que sienten estos peruanos.  Pasó en Chile cuando mientras cantaban nuestras sagradas notas del himno nacional, nuestros jugadores emanaban un miedo sepulcral.  Quiero volver  a ver a mi selección con esa clase de los grandes, con esa clase por  ejemplo, de Velásquez, Cueto, Uribe, Malasquez entre otros.Iban a cualquier estadio, de cualquier país y siempre mostraban ese porte, ese garbo, esa picardía al jugar, sin temor al rival; por ejemplo cuando eliminamos a la  Argentina  en la misma Bombonera para el mundial de México 70 al empatar dos a dos; o  cuando Argentina nos empató casi en las postrimerías del partido para el Mundial México 1986, fuimos testigos de esa irreverencia de Cueto o del Patrulla Barbadillo. A pesar de haber empatado y quedar eliminados, me dio gusto ver a la selección con esa presencia en la cancha.

¿Pero qué pasa ahora?  ¿Qué pasa en las mentes de los jugadores peruanos cuando se enfrenta con todas las selecciones, sobre todo de visitante? 

Quizá la respuesta pasa por una falta de autoestima y la percepción de un nivel inferior con respecto al rival, y esto se traduce en miedo, desconcentración y nerviosismo al jugar. La realidad es que salvo escasas excepciones, nuestros jugadores provienen de hogares disfuncionales,  con padres separados, incapaces de formar al niño con amor y ser el soporte emocional del pequeño; se crece así, temeroso ante la incertidumbre y ante algo o alguien aparentemente más fuerte o más poderoso. Fuera de las canchas pasa también algo parecido: ¿Cómo explicar que la foquita salga a ventilar sus relojes de 5 mil dólares, o su casaca de cuero de 15 mil dólares? ¿Qué quiere demostrar con eso?.

 Un cambio mental es imprescindible, un cambio donde se inculque que somos herederos de una tierra formidable, de una cultura de poderosos Incas que dominó a muchas culturas; que el Incanato abarcaba Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina; y que somos portadores de esa fortaleza y esa entereza. Debemos creernos que somos capaces de lograr lo impensado, que con trabajo y talento podemos realizar partidos extraordinarios; y que no importa con quien nos enfrentemos, siempre mantendremos la tranquilidad, serenidad, picardía y talento en el jugar. Los expertos deben trabajar en las mentes de los seleccionados.

 

 4)   Desidia del Cuerpo Técnico

 

Es hora de que la Selección peruana vuelva a tener un cuerpo técnico que trabaje realmente con un esquema planificado en todo su accionar. Que sea férreo en sus convicciones y que sea inflexible con la indisciplina. Ninguno de los  últimos entrenadores extranjeros que hemos tenido por ejemplo: José Masías Pepe, Popovic, Paulo Autuori, Maturana y el Mago Markarían, han demostrado una firmeza y una agudeza mental con la idiosincrasia del futbolista peruano. Se debe prevenir el accionar erróneo para no lamentarse luego. El estilo de Bielsa por ejemplo sería excelente; o el de Pinto, con gran performance en el último mundial. No necesitamos un entrenador amigo del jugador, necesitamos que el entrenador sea un  jefe  que tenga colaboradores fidelizados, y eso se trabaja con perseverancia y firmeza. Además con un plan de trabajo a corto, mediano y largo plazo; con acciones concretas de  monitoreo y seguimiento. Adicionalmente este plan debe propagarse para las categorías menores.

 

5)   Prensa irresponsable

 

Quizá el factor más dañino para nuestros jugadores de fútbol, es la prensa peruana. Esta prensa que no escatima esfuerzos por ensalzar sin ton ni son, a aquellos zagales que se inician en el fútbol. Los suben tan rápido a la cima de la popularidad y la fama, que estos pequeños mentales, se dejan zarandear y mecer, creyendo que la felicidad es la fama o el ser reconocido en la calle; pero no importa. La idea es vender más ejemplares, la venta es la venta, que vengan las ganancias, todo esto es un negocio. Además se aprovecha inteligentemente las ansías que tiene esta sociedad melodramática de tener ídolos, aunque estos sean de barro, o simplemente de papel, de papel de periódico.

Los medios de comunicación escrito, radial y  televisivo en contubernio se unen para malograr a estos jugadores. Para muestras un botón : Rei Manco; veía una avalancha de portadas ¡Viva el Rei!  ¡ O Rei Del Mundo! ¡ El Rei Manco! Cuando este señor aun no había ganado absolutamente nada y a la luz de lo visto, parece que no ganará nunca nada, pena por el Perú y por  supuesto por él. ¿Recuerdan a Waldir? ¿A los nuevos Potrillos? ¿ Recuerdan a los cuatro fantásticos?  ¿ Qué ganaron?. Es realmente la muestra más clara de la estupides de la prensa barata, de la prensa chicha y de la no tan chicha. En Psicología Social a esto se llama Dale a la gente lo que le gusta  ;y la prensa sin escrúpulos crea toda estos reinos imaginarios.

La prensa debe ser más discreta, debe ser cauta y desde luego debe reconocer su rol preponderante en la sociedad peruana, y si toma conciencia de esta situación  podría ayudarnos muchísimo.

     

6)      Incapacidad dirigencial

 

Puedo asegurar que cuando hablamos de Manuel Burga, todos nos podemos de acuerdo. Podemos decir que este señor es un incapaz por todos los fracasos en su gestión. En realidad todo ha sido fracaso tras fracaso, porque no hemos ganado nada, absolutamente nada; salvo este honroso tercer lugar en la última copa América de Argentina, que nos dio una gran ilusión. Pero si la gestión de Burga es un desastre ¿ Por qué continua como el máximo representante de la Federación Peruana de Fútbol?. La respuesta es simple. Por la incapacidad brutal de todos los jefes de las federaciones departamentales cuyas conciencias son alquiladas por unas cuantas monedas, viajes u otras gollerías que son pagadas por el mandamás. Debería existir una escuela para dirigentes, que contribuya a formar líderes capaces de  hacer florecer nuestro fútbol. Líderes con las hagallas suficientes para hacer respetar una actuación de la selección peruana y que no nos coloquen árbitros con determinado favoritismo.  Necesitamos dirigentes que suden también la camiseta y no se vean envueltos por el glamour que otorga gratuitamente el fútbol, eso se lo dejamos a Cristiano Ronaldo o David Beckham. Todo esto será posible con una clase dirigencial honesta y trabajadora, que quiera transcender y no llevarse el dinero en balde. Esperemos que nuevos aires visiten a la FPF, aires que aromaticen lo que allí se está pudriendo, porque sino  este hedor llegará a todos los rincones de país, incluso a aquellos hermanos que no saben que es el fútbol.

  

Estas son algunas causas de la paupérrima situación de nuestra selección peruana de fútbol y que todos sospechamos. Pero obviamente,   quizá el trasfondo de esta realidad, tiñe un manto de misterio en la que intervienen más actores. Lo que si dejo en evidencia, es  que después de sentirme tan mal luego de la eliminación en Francia 98, me dije a mi mismo, ¡Nunca más me entusiasmaré con una selección peruana! ¡ Nunca más apreciaré un partido de fútbol de la bicolor con mis amigos! ¡Nunca más gritaré: Gooool Carajo!  ¡Nunca más me sentiré mal!  Sin embargo en el frenesí de cada  partido y en el epílogo de cada justa eliminatoria,  un impulso desbordante se apodera de mi ser, y vuelvo a decir al unísono: ¡Jugamos como nunca y Perdimos como Siempre, malos de mier…coles.!

domingo, 6 de julio de 2014

GLORIOSO C.N 7 DE ENERO : EL INICIO


El otoño del año  mil novecientos ochenta y ocho ( 1988) inicié este  sempiterno vínculo emocional con el gran centro base, Colegio Nacional 7 de Enero, mi gran colegio secundario. Era el prólogo de una las obras más importantes de mi vida. Fue sin duda alguna, el fuerte útero educativo donde se iba gestar el conocimiento, las emociones y el aprendizaje de este nuevo feto cognitivo : un nuevo SieteEnerino se había concebido.

La primera vez que ingresé al 7 de Enero  no fue el día de inicio de clases oficial. Ingresé con dos semanas de retraso. Era costumbre de mi madre llevarnos de vacaciones a la capital en los meses de enero a marzo; sin embargo, siempre nos quedábamos pasada la Semana Santa o en su defecto, retornábamos siempre y cuando la carretera Panamericana Norte estaba  transitable. Como sabemos en verano se incrementan las lluvias y, en ese tiempo, las quebradas o ríos se desbordaban afectando el estado de la Panamericana.   

Mi padre  había logrado matricularme y fui asignado a la sección C, a Primero C. Recuerdo que ese dia lunes estaba en un estado de ansiedad importante, estaba angustiado, quería saber si es que en mi salón, había algún compañero o compañera de mi escuela primaria: La Tres (03).

Recuerdo que nos hicieron formar  en las afueras del plantel, nos ordenamos por año, de izquierda a derecha. En el extremo izquierdo estábamos los primariosos, y en el extremo derecho los alumnos de quinto año. Derrepente una voz peculiar y enérgica hacía notar su autoridad. Era uno de los supervisores o auxiliares, cuyo rostro dracroniado y malhumurado contrastaba admirablemente con la pulcritud en su vestir. Estaba allí, impertérrito, sobrio, elegante. Se apellidaba Tarquino y era como un padrasto, un padrasto malo. Esa fue mi primera impresión, la impresión de un niño de solo diez (10) años de edad. Después pude comprender que ese era un rol que debía sostener, era un papel escénico en esta extraordinaria película que era formar la conducta de los alumnos, era necesario ser así; generalmente los primariosos éramos muy tranquilos y tímidos, pero algunos  alumnos de años superiores, al parecer tenían un comportamiento que acariciaba el  diez (10) en conducta. 

Iniciamos el transito al interior del 7 de Enero, entramos de manera lenta y ordenadamente, como era la primera vez que ingresaba, pregunté la ubicación del aula del Primero C y me dijeron : "camina defrente y luego volteas a la izquierda" (sic). Pude llegar a mi salón sin problemas, era un aula precaria, de tripley y techo de eternit, el tripley aun estaba húmedo por efectos de las lluvias. Mi sección colindaba con el aula de Primero B, que también estaba fabricada con el mismo material. Sin embargo, el salón de Primero A, era de material noble ( ladrillo y cemento) y  estaba ubicado a unos cuarenta metros a la derecha de mi salón. En total éramos siete (7 ) secciones de primer año: A, B, C, D, E, F y G.  Sólo las tres primeras íbamos en la mañana, el resto en el turno tarde.

Cuando entré por primera vez al salón vi rostros conocidos y me sentí más tranquilo. La angustia inicial sucumbía ante la faz de niños conocidos, me empecé a sentir como en mi escuela primaria, me empecé a sentir como en casa. Francisco Benedicto Yacila Lomas ( Pancho), Patricia Saavedra Natahals( Paty) , Carmen Elena Alvarez Morales ( La Alvarez), José Antonio Espinoza Castillo ( Tombo), Yelssy Montenegro Alvarado, Marie Dios Medina( Borrega) entre otros, eran los púberes que me dió una indescifrable alegría verlos en mi salón.

Recuerdo a mi profesor de matemática, el Profesor Castillo  un enjuto y largirucho docente, fanático del Club Universitario de Deportes y de su ídolo máximo, el  gran  Lolo Fernández. Era tan fanático de Fernández, que cuando jugaba fútbol, se colocaba una malla en la cabeza  y emulaba a tal exiguo futbolista peruano. El Loco Castillo, era su apodo. En su momento era un profesor muy particular, su rostro reflejaba el paso del tiempo,  hacia que las temibles matemáticas no asusten, hacía que no sean tan serias, si no por el contrario, el profesor Castillo tenía la magia de hacer que las matemáticas  sean un chiste, una broma, un pasatiempo divertido. Recuerdo  una clase de conjuntos, exactamente el tema era relacionado al conjunto vacío,  el profesor   pregunta ¿Quién puede mover las orejas sin mover la cabeza? . Nosotros pedimos un ejemplo  y el profesor empezó a mover las orejas y, efectivamente no movía para nada la cabeza. Nosotros nos reíamos al ver los gestos en su rostro que hacían notoria sus arrugas y  que acompañaban a ese singular reto. Al ver que nadie de los alumnos hizo lo indicado,  dijo: "Eso es un conjunto vacío. Cuando  ningún elemento cumple con una condición dada". La sorpresa para él fue que yo me armé de valor y alcé mi manita.

 - Profe, yo puedo mover las Orejas-

-Alumno Yacila no creo que lo haga, pero intente- me comentó.

- Yo empecé  a mover las orejas sin mover la cabeza. El profesor Castillo esbozó una risa, signo de sorpresa y, magistralmente redirigió la clase diciendo: "Si al menos un elemento cumple con una condición, ese conjunto ya no es vacío."  Mi abuelo paterno me había enseñado esa técnica, como recompensa por sacarle algunas canas; canas que por cierto he heredado en demasía y que ostento sin complejos modernos.

La Clase de Conjuntos, de Números Naturales, de Operaciones con Números Enteros, Operaciones con Monomios, Polinomios, Factorización  o Reducción de Polinomios se conviertan realmente en una puesta de escena de los mas ínclitos humoristas, al final el gran profesor Castillo cumplía con su objetivo, que aprendamos esa materia de manera divertida, que descubramos poco a poco a la  la reina y esclava de las demás ciencias, LA MATEMATICA.



sábado, 14 de junio de 2014

GLORIOSO C.N 7 DE ENERO : LA PREVIA

A finales del año 1987 yo terminaba mi educación primaria, la misma que la realicé en una modesta y acogedora escuela: el Centro Educativo Carlos Vásquez Villaseca Nro 18, y que por un motivo que desconozco todos los zagales la conocíamos como La Tres (03). Mi memoria alberga recuerdos sinceramente muy entrañables de mi instancia en La Tres. Recuerdo a mi Profesora Teresa García —Q.P.D.G— una mujer que daba una imagen que combinaba magistralmente la ternura y la firmeza al momento de educar y enseñar. También recuerdo que en el fenómeno del Niño del año 1983, mi escuela fue inundada completamente por la quebrada de Corrales. Todos los salones estaban llenos de barro y lodo. La escuela quedó inutilizada desde abril hasta agosto de ese trágico año. En el iterín, es decir de abril a agosto, teníamos que desarrollar las  clases en los alrededores de la escuela. Para esto  aprovechábamos los cuatro algarrobos que estaban cerca de la puerta. Recibíamos las clases al aire libre, no habían sillas, nos sentábamos en unas piedras, terrones o pequeños montículos formados por la quebrada, aunque algunas compañeras llevaban su silla respectiva.  En el árbol de algarrobo se colocaba una pizarra y mi profesora Teresa iniciaba la clase, la misma que era adornada por el mágico canto de los pajarillos —negritos, chilalos, zoñas y algunos chocacos— , también de vez en cuando caía una algarroba o algunos desechos orgánicos de los pajarillos, causando la mofa y la risa hacia el niño afortunado, en cuyo cuerpo se impregnaba la sustancia pegajosa.

Con ayuda de varias motobombas se llegó succionar el agua y el barro de mi escuela; sin embargo, la mitad de la misma quedó debajo del suelo.
En Sexto grado mi profesora fue Maritza Jiménez Barreto, una profesora muy joven, y adicionalmente muy hermosa. Yo no era uno de sus engreídos, lamentablemente. Ella tenía predilección por una compañera muy aplicada, y además muy ordenada, con una letra muy bonita y considerablemente grande. Sus cuadernos eran pulcros, sin mácula, sin ninguna hoja con oreja de chancho y los títulos de las clases en sus cuadernos eran adornados por un resaltador amarillo. Julissa Fernández Rosillo, era un niña muy inteligente y además tenía el apoyo incondicional de varios de su hermanos, ella nos decía que su hermano "Bomba" la ayudaba siempre. Julissa ocupó el primer puesto en aprovechamiento y en conducta; en los ojos de su madre y de sus hermanos yo veía  la alegría y la admiración por los logros de una de sus menores hijas.En realidad todos ellos eran muy aplicados.

Para mí, estar en el Colegio Nacional de Enero me llenaba de orgullo. El sólo pensar que mi enjuto cuerpo y mi pusilánime mente iban a transitar por las aulas del colegio, me emocionaba en demasía. Salir de mi pequeña y humilde escuela para entrar y seguir mis estudios secundarios en el gran Centro Base, simplemente era alcanzar casi la gloria.  También me sentía ansioso. Mi proclive imaginación de 10 años de edad, construía en mi pensar un conjunto de historias, tramas, cuentos, en las que todos los niños de las distintas escuelas de educación primaria de Corrales, sobre todo aquellos que habían ocupado los primeros puestos, ingresaban al primer año de educación secundaria e iniciaban una lucha de gladiadores del saber y del conocimiento; normalmente en esas batallas yo era el perdedor. Y es que de las escuelas más humildes y precarias, la mía era la más humilde y precaria.

Nuestra fiesta de promoción de primaria la hicimos en el Local del Consejo Distrital de Corrales. Algunos compañeros como por ejemplo  Víctor Valencia Aquino, Flor Yovera Silva, Henry Astudillo, José Antonio Espinoza Castillo, Hower Castillo Silva, Teresa, La Chira, Griselda, entre  otros, llegaron elegantísimos; otros lamentablemente no participaron. Nunca nos habíamos visto así de guapachosos, parecíamos extraños, exageradamente extraños. Antes de asistir a la ceremonia,  recuerdo que mi abuela materna me colocó mi corbata michi, sacó de su bolsillo una latita de vaselina, introdujo su dedo y extrajo una generosa cantidad de esa sustancia, la frotó con sus manos, y me empezó a acariciarme el cabello. Mientras lisonjeaba mi indomable cabellera, me decía: “Te ves como todo un ingeniero“, “Serás un ingeniero, hijo mío”.  Mi abuela fungía de pitonisa, pero más que eso, ha sido una persona cuya estructura moral, carácter sencillo y rigidez en la crianza, ha marcado y delineado esta vida mía.

La fiesta fue amenizada con el equipo de sonido de un señor que le decíamos la Pintona. Era un señor amable y respetuoso;  bailamos los temas del momento: “Dile”,  ”Zancudito Loco”, “Samaritana del Amor”, ”Humo del Cigarrillo”, ”A mover la Colita”, ”El Carrito” entre otros temas de antaño. Mi pareja de promoción fue mi sobrina (que era mayor que yo) Jenny.
Ese día, un 22 de diciembre de 1987  fue la última vez  que estuvimos unidos  la mayoría de alumnos de mi sección, los mismos que habíamos compartido innumerables anécdotas en nuestra escuela La Tres. Sólo quedaba esperar el nacimiento de  nueva etapa de nuestras vida. Una vida académica en el Centro Base Colegio Nacional 7 de Enero. Lo que siempre habíamos  anhelado, siempre habíamos querido; estar allí, en las aulas de concreto armado. Escuchar las clases de varios profesores; habíamos querido que nos llamen "primariosos", habíamos querido salir  del Colegio Nacional 7 de Enero luego de la jornada de clase diaria, regresar por la Calle Hilario Carrasco e inflar el pecho y llenarnos de inmensa ínfulas — de las buenas y sanas —, de sentirnos orgullos que los moradores y la gente nos mire con nuestros cuadernos y digan : ¡allí van los nuevos Siete Enerinos!




domingo, 1 de junio de 2014

GLORIOSO C.N 7 DE ENERO : PARTE I

Observando con pausado sigilo las fotografías que algunos compañeros o conocidos míos han colocado en una red social,  mi mente empezó  a trasladarse en el tiempo. Sí, es como si una máquina del tiempo me trasladase a una época extraordinaria de mi baladí existencia: La etapa de mi educación secundaria, en el glorioso Colegio Nacional  7 de Enero, uno de los centros bases de Educación Técnica de Tumbes, ubicado  exactamente en el distrito de Corrales, mi tierra natal; y que muy pronto celebrará su onomástico número cincuenta .

La nostalgia — dicen los expertos— es uno de los acicates que impulsa al ser humano a plasmar, ya sea en poemas, ensayos, en pinturas, en música y en otras manifestaciones físicas, el sentir del corazón del hombre. Dice un proverbio bíblico: “La boca habla de lo que el corazón rebosa “ ; y creo que hoy por hoy, al ver los rostros —ya matizados por el tiempo— de mis compañeros, he sentido ese impulso descontrolado por escribir algunas memorias acerca de mi experiencia en mi Alma Mater.


Abría mis ojos por primera vez muy temprano. Todos los días nuestra alarma natural me despertaba a las 6:30 de la mañana. Era el canto frenético de los gallos de pelea de un excelente profesor: Clemente Chávez Mego; que vivía al frente de mi casa. Raudamente y con la insoportable preocupación por el tiempo y la puntualidad inculcada por mi abuela, dejaba mi cama,  si tenía  las sandalias cerca me las ponía, si no,  a pata limpia no má; aunque esta última situación no era del agrado de la Olguita, mi querida madre. Agarraba un jabón de tocador o jabón Pacocha —realmente no veía, ni me importaba la diferencia — y salía de  mi añorada casa, directamente a unos de mis lugares predilectos, el canal de irrigación, simplemente llamado Canal. El tramo de mi casa al Canal era relativamente corto, unos doscientos (200) metros aproximadamente y, normalmente iba con un short simple, sin polo  y generalmente descalzo. Bordeaba la Quebrada y  caminaba sobre las grandes rocas que se habían colocado como muro de contención ante un posible desborde. Mientras caminaba o trotaba, tenía que mirar hacia abajo con el objetivo de  evitar que los abrojos—especie de espinas—  se impregnaran en las plantas de mi pies. También habían restos de vidrios desperdigados por el camino, asi pues la esperanza mía de no verme afectado, dependía de la agudeza visual de mis retinas; aunque para ser sinceros tengo los estigmas de los abrojos y los vidrios en mis pies. Si ocurría un corte, usaba el polvito mágico: La Arena — no había antibiótico, antiinflamatorios ni otros químicos—. A escasos  treinta metros había  un arenal, tomaba un puñado bien nutrido de arena y lo colocaba en la parte  herida. No sé cómo, pero era muy efectivo.

En el trayecto era común encontrarme con lagartijas, jañapes, capones, hasta colambos — especie de serpiente—  que asomaban repentinamente, moviendo las escasas hojas de bejuco que crecía entre las rocas. Todo esto formaba  parte del paisaje habitual.
Más o menos a diez (10) metros de distancia del Canal, aceleraba el paso, corría con más entusiasmo—agarraba vuelo (sic) —  y me lanzaba directamente al agua.  Había una altura de aproximadamente  cinco (5) metros desde donde me tiraba hasta tocar las frescas aguas del Canal.  El agua del Canal en ciertas épocas era muy limpia  se podía ver el fondo. Estaba en el agua casi  treinta (30) minutos, una decena de clavados, saltos mortales, los famosos flip flap—saltos medios mortales para atrás—, nadaba de orilla a orilla y, era feliz, muy feliz. En ocasiones comentaban que habían visto a un lagarto—llamado también cocodrilo de Tumbes— sacar la cabeza fuera del agua y, que se escondía  debajo del puente,  eso a veces me atemorizaba, pero al final las ganas y el ímpetu de bañarme a gusto y totalmente  gratis en una piscina natural, era más fuerte que el temor.

El  regreso a casa era a prisa, tiritaba de frío, a pesar del radiante sol, regresaba corriendo. La Olguita, ya me tenía preparado unos de los potajes más exquisitos  y con alto contenido de proteínas y carbohidratos: Un plato generoso de  Majao con Pescao (sic).    El pescado era frecuentemente la Sierra  bien dorada y  era acompañado  con su exagerado jarro de Avena Quaker con manzana y que combinaba interdiariamente con naranja.  Ese almuerzo, perdón, desayuno quise decir, me mantenía con el estómago tranquilo hasta pasada  la 1:00 pm. No había propina para el colegio, ni tampoco  un cómprate algo en el cole, menos mal. No llevaba nada de dinero, realmente no lo necesitaba.  Lustraba mis zapatos con un afán desmedido, agarraba mi mochila —del año anterior—  y salía por la puerta posterior, la puerta que nos separaba la casa del  corral, un corral que no estaba cercado, un corral al aire libre.

El camino al colegio tendría una distancia de novecientos (900) a mil (1000) metros. En los primeros doscientos cincuenta (250) metros, el paso constante de la gente —generalmente campesinos y alumnos— habían formado una trocha relativamente angosta; ambos lados de la trocha, eran acariciadas por las omnipresentes plantas de bejuco. Lagartijas, pacasos, sapos, capones,   eran las distracciones del camino. En ocasiones me encontraba con una adolescente muy agraciada; tenía una mirada muy dulce y en su sonrisa el brillo de una línea de oro adornaba magistralmente  sus dientes, era la frágil y pequeña Cristina, una adolescente con un grado superior al mío.  En la trocha sólo caminábamos uno a la vez, por lo que generalmente el que entraba primero en la trocha se mantenía así hasta el final de la misma. También me encontraba con mis compañeros Juan Carlos Carreño, Mirtha Gómez; ellos vivían en el centro poblado de Buena Vista Baja.

Antes de llegar al molino de Corrales, pasando la Gallera, proseguía el camino pero esta vez ya sin bejucos, era un camino de tierra y parte de arena. Pasábamos por el  Bar de Bereche, caminábamos unos trescientos (300) metros y  subíamos una pequeña pendiente. Al llegar a esa pendiente—que formaba parte del muro de contención de la Quebrada— se podía visualizar mi Colegio. El 7 de Enero estaba al otro lado de la quebrada. Al costado del camino, estando parado en esa pendiente,  había un árbol de algarrobo con dos grandes rocas; era muy frecuente observar al mítico orate de Corrales —el Loco Manrique, Q.E.D.G— con sus cuadernos y unos treinta  (30) lapiceros en los bolsillos de su camisa. Estaba parado esperando  el inicio de las clases. En su imaginación creo yo, él era un puntual, disciplinado y responsable alumno de secundaria. Los mayores comentaba que su estado mental se agravó con los estudios; sin embargo, otros comentaban que fue a raíz de un golpe en la cabeza.
El Loco Manrique hablaba cosas relacionadas al colegio y sacaba frecuentemente su lengua mostrando una hoja de una planta  —al parecer   era de menta o de perlillo— . Era inofensivo, pero en determinados momentos, que coincidían con la posición de la luna, empezaba a gritar a los que lo mirábamos. Creo que estaba loco.

Bajamos la pendiente, ese tramo era la ruta de la quebrada, es decir, atravesábamos el camino que seguía la quebrada. Mis  zapatos ya estaban sucios, por la tierra y la arena. La Olguita siempre me colocaba en mi bolsillo un pañuelo ideal para estos menesteres.  Sinceramente  sentía mucha emoción  el saber que iba aprender algo nuevo. Ese tramo del camino  a veces era abrupto, dependía de la estación del año y de la quebrada. Si había corrido la quebrada, simplemente nos sacábamos los zapatos y caminábamos por los lugares con menos barro. Si no, básicamente trataba de levantar menos polvo y arena al caminar.
Al llegar a las inmediaciones del Colegio, veía llegar alumnos por los cuatro puntos cardinales. Bajaban del Tablazo, de Pueblo Nuevo, las góndolas —microbuses de transportes — dejaban a los alumnos que venían de San Jacinto, Pechichal, Cristales, Realengal, San Franciso, Malvales. También los alumnos que venían del centro de Corrales, de la Garita, de San Isidro, de la Jota, los Cedros,  de Cabeza de Vaca, de Buenos Aires, de San Martín. También venían de Buena Vista Alta y Baja. Si era lunes, teníamos que, además de formar estrictamente, izar el pabellón  y entonar las sagradas notas del himno nacional. Con frecuencia recibíamos la perorata y la soflama extraordinaria aunada a los admirables consejos de una gran profesora y/o auxiliar, le decían la “Maricucha”.

Yo estaba en la sección “C” probablemente la sección con el rango de edad mayor, con adolecentes lazarillos y jacobinos, como los hermanos  Zorros, los hermanos  PanceLeches, el pato Villar Barba, Céspedes Castro. También estaba Hugo Alemán Oviedo, Segundo Alipio Carrillo Herrera, Francisco Benedicto Yacila Lomas, Jaime Chichay, Dios Tinoco, Atoche, Roberto Rugel Zevallos entre otros compañeros. Definitivamente también contábamos con las adolescentes más agraciadas o bonitas de todo el Colegio, según mi nimio  gusto y entender. Estaban  Jessenia Quevedo Malmaceda, Hidolay Olaya Pardo, Carmen Elena Álvarez Morales, Anita Aguayo, Jelssy Montenegro Alvarado, Paola Clarita Olaya Zapata, Elena Aguilar Martínez, Patricia Saavedra Nathals, la  Peña Quevedo, Liliana Infante Montoya, Amada Esperanza Dios Dioses,  por nombrar algunas.
Entrábamos ordenadamente a nuestra Alma Mater con la mente dispuesta a recibir los conocimientos de  nuestros sacrificados  e inolvidables profesores.


 
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viernes, 23 de mayo de 2014

ANALIZANDO EL ESTRES

Recientemente tuve la magra experiencia de transitar por un estado de salud no muy agradable. Desperté un domingo y, de repente  todo me daba vueltas. Me acordé cuando subí por primera y última vez a un juego mecánico, la silla voladora, allá tan lejos en el tiempo, cuando era un niño. Sencillamente no podía estar de pie, e inclusive tenía que estar acostado en una determinada posición, de lo contrario venían nuevamente los mareos. Exactamente lo que tenía era Vértigo Posicional Paroxístico, un estado de alucinación del cerebro, originado básicamente por una inflación del oído interno, que es el responsable del equilibrio. Estuve cuatro días acostado y, sin el ajetreo cotidiano de mi vida; estaba allí, sosegado, motivándome yo mismo, recibiendo el  cuidado abnegado y el amor de mi  esposa, el cariño de mi madre, leyendo poemas de Gustavo Adolfo Becker; y escuchando un sin números de reportes científicos de aquel extraño cuadro médico.
Pude ver un informe del Programa Redes, acerca del Stress y realmente fue un informe muy bien elaborado, donde pude conocer más sobre esta enfermedad. Quiero compartir está información con ustedes.
Imaginemos por un momento que estamos en los inicios de la humanidad, hace aproximadamente unos veinte mil (20 000) años. Formamos parte de aquellos primeros humanos que andaban errantes en busca de alimento. Estamos en una de las vastas praderas africanas, cuando de repente aparece un León y tiene los signos externos de estar muy hambriento. Nuestro cerebro—que es una extraordinaria fuente de químicos— se pone en alerta. Si, en estado de Alerta. Se dispone a enfrentar al León o, en su defecto, salir corriendo a gran velocidad.  Tan sólo en milisegundos nuestro cerebro ordena que nuestro cuerpo tome posición ante el inminente ataque. En primer lugar, nuestro cerebro  a través de las neuronas, manda una señal al Hipotálamo para que se comunique con  la glándula Pituitaria. La glándula Pituitaria genera una hormona llamada Corticotropina. Esta hormona viajará por todo el sistema nervioso parasimpático avisando del peligro. Segundo, una vez que  la glándula Suprarenal recibe el mensaje de auxilio, genera dos hormonas en el torrente sanguíneo: La Adrenalina y el Cortisol.  Luego se une la Noradrenalina. Estas  hormonas son las responsables de todo este estado especial.
 La Adrenalina aumenta la frecuencia cardiaca y respiratoria; la Noradrenalina genera que nuestros sentidos se agudicen, nuestras pupilas se dilatan y nuestros músculos se ponen rígidos y tensos. Es decir estamos listos para el ataque o huir.
El Cortisol tiene un efecto con más aristas. Lo que hace es aumentar la cantidad de glucosa en el cuerpo—se sobre entiende que vamos a necesitar una mayor cantidad de energía—; también promueve la liberación de Dopamina. La Dopamina es la hormona del placer,  se segrega también después de las relaciones sexuales. Esta hormona es la responsable del grado de satisfacción que tenemos cuando cumplimos una meta o superamos un reto.
En definitiva, nuestro cuerpo se ha convertido en solo segundos en un cóctel químico, que nos prepara para el ataque. Este sistema, es decir, la forma de su funcionamiento nos ha permitido salir airosos de los ataques de leones o de otras bestias. Fuimos diseñados para responder ante una eventualidad, ante un peligro. Este estado se conoce como Stress Estacional y, como vemos es muy positivo para nosotros.
Pero ¿Qué pasa cuando todo este conjunto de hormonas se segregan constantemente en nuestro organismo? ¿Acaso estamos viviendo en el tiempo de las cavernas? Pues bien, al parecer la vida actual conlleva al estado de alerta constante. La presión en el trabajo, el tráfico vehicular, las deudas por tarjetas de créditos, los estudios, las frustraciones entre otros agentes, generan en nuestro cuerpo un estado de alerta casi perenne. Esto quiere decir que el Cortisol estará en nuestro cuerpo por tiempos prolongados, generando mayor glucosa en sangre—riesgo de diabetes—, muerte de las neuronas responsables de la memoria, escases de la Dopamina y Serotonina—generando depresión y apatía—; músculos atrofiados por la tensión prolongada etcétera. Este estado se conoce como Stress Crónico y, como vemos es el perjudicial para la Salud.

Déjeme decirle que algunas características de los síntomas yo los tengo y, quizá usted también; asi que hago una recomendación: Vivir el ahora, tan simple como sea posible. Ayudar a las personas, dejarse abandonar por el amor de verdad, sin coacciones y, acercarse  al Dios eterno, es decir practicar una vida espiritual. Entender que las penas del pasado y las preocupaciones del futuro, impiden que vivamos el ahora de manera libre y tranquila; sinceramente si llegamos hacer esto,  habremos superado un umbral muy importante para nuestra salud y nuestras vidas.

miércoles, 2 de abril de 2014

¡Bolos, de cola, tamarindo, piña y coco!


Los meses de enero, febrero y marzo eran meses con una singular dosis de emoción y esfuerzo físico, al menos para mí. El "Sol del Norte", hacía notar su presencia; se expresaba con voz altisonante y se dejaba escuchar con las ínfulas propias de su embestidura, pues es el rey: el astro rey. Nuestra estrella demostraba  en el primer trimestre de cada año, toda su ternura, su majestuosidad y su amor ígneo.

En vacaciones continuaba levantándome muy temprano, siete de la mañana. Mi rutina era simple. Apenas me despertaba agarraba el jabón pacocha —  y me dirigía al canal  de irrigación. Me  bañaba en las tibias aguas del canal y practicaba varios saltos mortales. Regresaba, tomaba mi desayuno, me ponía a leer un libroEscuela Nueva, el Nuevo Testamento o cualquier otro libro que hubiese  y como a las 9:30a.m, emprendía mi camino hacia la casa de una tía, a la cual, yo le vendía "bolos" — también llamados: marcianos,chupetes, batitubos— 

Salía de mi humilde casita  con un entusiasmo envidiable. Caminaba bordeando mi escuela por un camino donde se atravesaban de manera frecuente: lagartijas, capones, pacazos. Generalmente llevaba un short simple, un polo blanco y mis inseparables zapatillas marca Venuslas mismas que había utilizado en todo el año escolar — . Saludaba a mi tía, y  ella empezaba a sacar de su refrigeradora marca INRESA, los bolos, los mismos que iba acomodando con delicada precisión en la caja de corcho, ideal para estos menesteres. Normalmente colocaba 30 a 40 bolos en la caja. En este tiempo el costo era en Intis, pero si hacemos una equivalencia, el costo de cada uno bordeaba los 50 céntimos.

Al salir de la casa me persignaba, como dándome las buenas vibras para obtener un magnífico día en ventas. Iba por un callejón que colindaba con la casa del señor Machuco. Me dirigía al parque central de Corrales, y empezaba el cántico característico:
¡Boooolosss. Bolos  de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos!

Era imperante venderlos antes de las 12: 00 pm,  el hambre apremiaba a esa hora, y además por el gran calor, los bolos empezaba a deshelarse y casi nadie te compraba un "bolo aguao".
Me sentaba debajo de un árbol de matasonso, esperando a las personas que venían de Tumbes o en su defecto, aquellos que se iban  para allá. ¡Boooolosss. Bolos  de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos!.
La primera venta era una gran emoción, agradecía a Dios; pero también ocurría un inconveniente cuando el cliente no pagaba con sencillo. Si esto era el caso, le pedía por favor al señor Gálvez o la señora Maracana, para que me cambien, no se debía perder el cliente.Ellos tenían una carretilla en el parque donde vendían golosinas.

Si las ventas no se desarrollaban como lo esperaba, podía tomar uno de estos dos caminos: irme al cuartel, donde generalmente los soldados del Ejército hacían sus ejercicios o, irme camino a Tumbes, hasta el Puente el Piojo, esperando a los  agricultores y poderles ofrecerles los bolos para aplacar la sed.
El sol era incesante, realmente era muy fuerte, sentía que mi cabeza estaba muy caliente, y a pesar de eso, mis pasos seguían fuertes y mi voz chillona continuaba:¡Boooolosss. Bolos  de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos! durante todo el trayecto.

Varias veces me encontraba con amigos, como la Cuca, Bonilla, Marilao, la Clota, Patita de Jebe, Erin Escobedo, Quenque entre otros amigos boleros.
Muchas veces vendí todos los bolos, otras veces, me hicieron la "roña", otras veces  de la sed me comía dos  o tres bolos. También habían adultos tan palomillas, que aun estando yo cerca gritando  ¡Boooolosss. Bolos  de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos!; preguntaban  : ¿Donde habrá un bolero? .Me ilusionaban, al final solo era una broma.

A las 2:00 pm regresaba donde la tía, y le llevaba el dinero de la venta. Por vender 40 bolos me ganaba 4 soles. Eran cuatro soles, recuerdo que una parte servían para comprarme mis figuritas del Álbum "El Mas y el Menos", un álbum espectacular; y la otra parte se la daba a mi querida madre. Ella definitivamente le daría un mejor uso. Después de dos años mi padre compró una refrigeradora, y en ese momento los bolos los empezamos a vender en casa. Empero, algunas veces me venían las ganas y salía con mi caja de corcho a seguir vendiendo los bolos. Mi niñez, pues, está gratamente marcada por las aventuras vividas mientras vendía bolos, un conjunto de anécdotas sin igual. Muy al fondo en mi alma aun hay una voz que resuena y grita entusiasmada ¡Boooolosss. Bolos  de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos!






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