Los meses de enero, febrero y marzo eran meses con una singular dosis de emoción y esfuerzo físico, al menos para mí. El "Sol del Norte", hacía notar su presencia; se expresaba con voz altisonante y se dejaba escuchar con las ínfulas propias de su embestidura, pues es el rey: el astro rey. Nuestra estrella demostraba en el primer trimestre de cada año, toda su ternura, su majestuosidad y su amor ígneo.
En vacaciones continuaba levantándome muy temprano, siete de la mañana. Mi rutina era simple. Apenas me despertaba agarraba el jabón —pacocha — y me dirigía al canal de irrigación. Me bañaba en las tibias aguas del canal y practicaba varios saltos mortales. Regresaba, tomaba mi desayuno, me ponía a leer un libro—Escuela Nueva, el Nuevo Testamento o cualquier otro libro que hubiese— y como a las 9:30a.m, emprendía mi camino hacia la casa de una tía, a la cual, yo le vendía "bolos" — también llamados: marcianos,chupetes, batitubos—
Salía de mi humilde casita con un entusiasmo envidiable. Caminaba bordeando mi escuela por un camino donde se atravesaban de manera frecuente: lagartijas, capones, pacazos. Generalmente llevaba un short simple, un polo blanco y mis inseparables zapatillas marca Venus—las mismas que había utilizado en todo el año escolar — . Saludaba a mi tía, y ella empezaba a sacar de su refrigeradora marca INRESA, los bolos, los mismos que iba acomodando con delicada precisión en la caja de corcho, ideal para estos menesteres. Normalmente colocaba 30 a 40 bolos en la caja. En este tiempo el costo era en Intis, pero si hacemos una equivalencia, el costo de cada uno bordeaba los 50 céntimos.
Al salir de la casa me persignaba, como dándome las buenas vibras para obtener un magnífico día en ventas. Iba por un callejón que colindaba con la casa del señor Machuco. Me dirigía al parque central de Corrales, y empezaba el cántico característico:
¡Boooolosss. Bolos de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos!
Era imperante venderlos antes de las 12: 00 pm, el hambre apremiaba a esa hora, y además por el gran calor, los bolos empezaba a deshelarse y casi nadie te compraba un "bolo aguao".
Me sentaba debajo de un árbol de matasonso, esperando a las personas que venían de Tumbes o en su defecto, aquellos que se iban para allá. ¡Boooolosss. Bolos de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos!.
La primera venta era una gran emoción, agradecía a Dios; pero también ocurría un inconveniente cuando el cliente no pagaba con sencillo. Si esto era el caso, le pedía por favor al señor Gálvez o la señora Maracana, para que me cambien, no se debía perder el cliente.Ellos tenían una carretilla en el parque donde vendían golosinas.
Si las ventas no se desarrollaban como lo esperaba, podía tomar uno de estos dos caminos: irme al cuartel, donde generalmente los soldados del Ejército hacían sus ejercicios o, irme camino a Tumbes, hasta el Puente el Piojo, esperando a los agricultores y poderles ofrecerles los bolos para aplacar la sed.
El sol era incesante, realmente era muy fuerte, sentía que mi cabeza estaba muy caliente, y a pesar de eso, mis pasos seguían fuertes y mi voz chillona continuaba:¡Boooolosss. Bolos de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos! durante todo el trayecto.
Varias veces me encontraba con amigos, como la Cuca, Bonilla, Marilao, la Clota, Patita de Jebe, Erin Escobedo, Quenque entre otros amigos boleros.
Muchas veces vendí todos los bolos, otras veces, me hicieron la "roña", otras veces de la sed me comía dos o tres bolos. También habían adultos tan palomillas, que aun estando yo cerca gritando ¡Boooolosss. Bolos de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos!; preguntaban : ¿Donde habrá un bolero? .Me ilusionaban, al final solo era una broma.
A las 2:00 pm regresaba donde la tía, y le llevaba el dinero de la venta. Por vender 40 bolos me ganaba 4 soles. Eran cuatro soles, recuerdo que una parte servían para comprarme mis figuritas del Álbum "El Mas y el Menos", un álbum espectacular; y la otra parte se la daba a mi querida madre. Ella definitivamente le daría un mejor uso. Después de dos años mi padre compró una refrigeradora, y en ese momento los bolos los empezamos a vender en casa. Empero, algunas veces me venían las ganas y salía con mi caja de corcho a seguir vendiendo los bolos. Mi niñez, pues, está gratamente marcada por las aventuras vividas mientras vendía bolos, un conjunto de anécdotas sin igual. Muy al fondo en mi alma aun hay una voz que resuena y grita entusiasmada ¡Boooolosss. Bolos de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos!
Salía de mi humilde casita con un entusiasmo envidiable. Caminaba bordeando mi escuela por un camino donde se atravesaban de manera frecuente: lagartijas, capones, pacazos. Generalmente llevaba un short simple, un polo blanco y mis inseparables zapatillas marca Venus—las mismas que había utilizado en todo el año escolar — . Saludaba a mi tía, y ella empezaba a sacar de su refrigeradora marca INRESA, los bolos, los mismos que iba acomodando con delicada precisión en la caja de corcho, ideal para estos menesteres. Normalmente colocaba 30 a 40 bolos en la caja. En este tiempo el costo era en Intis, pero si hacemos una equivalencia, el costo de cada uno bordeaba los 50 céntimos.
Al salir de la casa me persignaba, como dándome las buenas vibras para obtener un magnífico día en ventas. Iba por un callejón que colindaba con la casa del señor Machuco. Me dirigía al parque central de Corrales, y empezaba el cántico característico:
¡Boooolosss. Bolos de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos!
Era imperante venderlos antes de las 12: 00 pm, el hambre apremiaba a esa hora, y además por el gran calor, los bolos empezaba a deshelarse y casi nadie te compraba un "bolo aguao".
Me sentaba debajo de un árbol de matasonso, esperando a las personas que venían de Tumbes o en su defecto, aquellos que se iban para allá. ¡Boooolosss. Bolos de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos!.
La primera venta era una gran emoción, agradecía a Dios; pero también ocurría un inconveniente cuando el cliente no pagaba con sencillo. Si esto era el caso, le pedía por favor al señor Gálvez o la señora Maracana, para que me cambien, no se debía perder el cliente.Ellos tenían una carretilla en el parque donde vendían golosinas.
Si las ventas no se desarrollaban como lo esperaba, podía tomar uno de estos dos caminos: irme al cuartel, donde generalmente los soldados del Ejército hacían sus ejercicios o, irme camino a Tumbes, hasta el Puente el Piojo, esperando a los agricultores y poderles ofrecerles los bolos para aplacar la sed.
El sol era incesante, realmente era muy fuerte, sentía que mi cabeza estaba muy caliente, y a pesar de eso, mis pasos seguían fuertes y mi voz chillona continuaba:¡Boooolosss. Bolos de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos! durante todo el trayecto.
Varias veces me encontraba con amigos, como la Cuca, Bonilla, Marilao, la Clota, Patita de Jebe, Erin Escobedo, Quenque entre otros amigos boleros.
Muchas veces vendí todos los bolos, otras veces, me hicieron la "roña", otras veces de la sed me comía dos o tres bolos. También habían adultos tan palomillas, que aun estando yo cerca gritando ¡Boooolosss. Bolos de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos!; preguntaban : ¿Donde habrá un bolero? .Me ilusionaban, al final solo era una broma.
A las 2:00 pm regresaba donde la tía, y le llevaba el dinero de la venta. Por vender 40 bolos me ganaba 4 soles. Eran cuatro soles, recuerdo que una parte servían para comprarme mis figuritas del Álbum "El Mas y el Menos", un álbum espectacular; y la otra parte se la daba a mi querida madre. Ella definitivamente le daría un mejor uso. Después de dos años mi padre compró una refrigeradora, y en ese momento los bolos los empezamos a vender en casa. Empero, algunas veces me venían las ganas y salía con mi caja de corcho a seguir vendiendo los bolos. Mi niñez, pues, está gratamente marcada por las aventuras vividas mientras vendía bolos, un conjunto de anécdotas sin igual. Muy al fondo en mi alma aun hay una voz que resuena y grita entusiasmada ¡Boooolosss. Bolos de cola, tamarindo, piña, coco. Booooooooooolos!
"Me sentaba debajo de un árbol de matasonso ", q gracioso...no conozco ese árbol! Jaja...
ResponderEliminarEs un arbol que produce un furto medio raro. No se come, pero es mas grueso que una yuca. A veces cuando esta muy maduro se cae y si estas debajo, de puede hacer daño. Tambien llamado Matacojudo.. jaja
Eliminar"Bolos — también llamados: marcianos,chupetes, batitubos "...en mi tierra lo llaman 'curichi'.😁
ResponderEliminarEs verdad amigo esas bellas épocas que sin temor ni vergüenza salía a vender los ricos bolos, que niño joven adulto no le gustaba comerse un bolo
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