domingo, 26 de octubre de 2014

GLORIOSO C.N 7 ENERO PRIMERO C, PRIMERO H


Después de dos meses de iniciado el colegio, ya me había habituado al nuevo ritmo académico. También, obviamente, me  había acostumbrado a mis nuevos compañeros de estudios. El C.N 7 de Enero, era esencialmente un colegio técnico. Los cursos técnicos que podíamos llevar eran: agricultura, carpintería, mecánica, repostería, costura, dibujo técnico y artesanía. En los dos primeros años podíamos alternar estos cursos, dos cursos especializados por año. Al final de los dos años habíamos transitado por cuatro cursos especializados. Ya en el tercer año, decidías que curso llevar hasta el quinto año.

Con gran entusiasmo escogí el curso de mecánica para el primer semestre y recuerdo claramente que nuestro trabajo final fue un porta-macetero, el cual lo coloqué orgulloso en mi añorada casa. El docente  encargado del curso fue el profesor Bartolo. Gracias a su paciencia, aprendí al menos a soldar. Mi mente alberga recuerdos fantásticos de mi  profesora de Lengua y Literatura, era simplemente extraordinaria, se llama Teolinda Timaná. En ese tiempo, yo veía un rostro fuerte, faz simétrica y con algunos lunares que armonizaban maravillosamente la figura de la mujer del norte del país. Ostentaba  un tono de voz potente; cuando aumentaba los decibeles, por alguna broma de alguno de nosotros, me entraba un miedito, que hacía que mi corazoncito latiera más de la cuenta. Realmente  ¡enseñaba muy bien!. Hace poco tuve la oportunidad de verla, fui a al CN 7 de Enero con mi familia, obviamente no me reconoció. Me he envejecido mucho, sin embargo yo contemplaba su rostro y admirablemente era el mismo rostro de hace casi veinticinco (25) años.

 Igualmente recuerdo a  mi profesora Liliana Espinoza, me enseñó Ciencias Naturales, y realmente fue ella la que sin saberlo, infundió en mi nimio pensar el afán de  investigar todo lo relacionado a la naturaleza, a la luz y al origen de la vida. Mi profesora Liliana tenía un carácter muy dulce, su clase era un susurro para mi oído y sinceramente muchas de las frases  dichas por ella las recuerdo siempre. Me acuerdo que en una clase hizo una pregunta:
— ¿Qué es la luz?  —Todo se trocó en silencio, el aula bulliciosa se tornó como un convento, la pregunta eran tan fácil y la respuesta tan difícil. Jelssy Montenegro Alvarado intercambiaba miradas de desconcierto con Paola Clarita Olaya Zapata y también con Cristina Sánchez Moreno; que por cierto eran  las alumnas más aplicadas y ordenadas del primero C. Yo, que era parte de los jacobinos y zamarros: Francisco Benedicto Yacila Lomas, Carmen Elena Álvarez Morales y Patricia Saavedra Natalhs, recordé que había leído algo sobre la luz en mi álbum “El Más y el Menos”, un álbum interesantísimo. Alce tímidamente mi manita y dije:
—Profesora Liliana, ¡la Luz es una radiación!
La mayoría de los zagales compañeros míos se rieron, se burlaron de tal respuesta, nadie sabía lo que era la palabra radiación y para ser sincero, yo tampoco. Algunas de las cien mil millones de neuronas—que todos tenemos en nuestro cerebro— había desempolvado  dentro del mio aquel recuerdo y generosamente dejaban filtrar de manera casi automática la respuesta. Pude ver el rostro de mi profesora, luego de la respuesta  y realmente fue algo tan exquisito emocionalmente. Esta  etérea respuesta  fue el prólogo para una inolvidable clase sobre la Luz.

Todo ese primer semestre transcurría extraordinariamente bien, hasta que algo ocurrió después de las vacaciones por fiestas patrias. Las autoridades del C.N. 7 de Enero hicieron un experimento, concretizaron una idea que causó un alboroto y un sin sabor en algunos estudiantes.  Efectivamente, tomaron la drástica decisión de crear una nueva sección: “Primero H”; que iba estar conformada por los 6 últimos alumnos de cada sección—ordenados de manera alfabética—. Las secciones A, B, C, D, E, F y G  fueron seccionadas y parte de sus miembros se constituyeron en la novel y vilipendiada  sección H.

Ya en  agosto, tuve que adaptarme a mis nuevos compañeros. Inicialmente me juntaba con mis compañeros del primero C, los que habíamos sido desterrados del tal maravillosa sección. Entre ellos estaban los hermanos Valladares Morán (Lorenzo y Gonzalo), y un hermano Rosillo Pedrera(Los Zorros). Francisco Yacila Lomas (Jero) debió estar con nosotros, pero su papá preocupado por la situación del segundo de sus hijos, logró convencer a las autoridades de que dejen a su hijo en la sección C. Aquella sección H era diametralmente opuesta a la tranquila, serena y disciplinada sección C. La H, era la versión moderna de los Efesios. Los alumnos éramos palomillas, inquietos, desobedientes, burlones y todos los etcteteras. Entre clase y clase, a los profesores les caía alguna pelotita de papel. Nadie decía nada, si no, ¡ Fuente Ovejuna!. Las niñas no eran tan niñas, estaban mucho más desarrolladas que los varones. Recuerdo a Flor y Selena, entre las adolescentes con mayor carisma y arraigo entre los compañeros. Yo tenía que ser parte de esa jungla, era el Benjamín, el pequeñuelo, el cachorro; pero  tenía que ser malcriado, tenía que ser el paladín de la palomillada, disfrazarme de atrevido, obviamente con un disfraz que me quedaba muy grande. 

Recuerdo a un profesor de Religión que tenía la fama de ser pegalón, y eso que era seminarista. Nosotros teníamos la costumbre de que cada vez que venía un profesor, nos parábamos como signo de respeto. Resulta que mientras el profesor estaba cruzando hacia su escritorio, se me ocurre bostezar. Todos los compañeros se rieron de  mi mal proceder., para ser sincero fue una ignominia para el docente. El profesor hizo honor a su apodo, cogió su regla de madera; un metro y medio de largo y ocho (08) centímetros de ancho y mismo Samurái consumido por la adrenalina, me dio un certero golpe en la boca del estómago. Del  dolor me puse a llorar—sin ruido, pero con muchas lágrimas—, sentí una inmensa vergüenza, pero realmente el dolor fue muy fuerte. Luego recordé lo mal que había hecho y me dio un ataque de risa. Al verme reír, todos los compañeros se volvieron a reír y el profesor pegalón también. No le comenté nada a mi madre, porque seguro me caía una tanda gratis. Posteriormente, fueron tantas las quejas de los alumnos hacia el profesor pegalón que terminaron despidiéndolo. Luego me enteré que dejó el seminario y se casó. 

El profesor Marco La Chira, ¡era genial! Me enseñó Matemáticas. Tenía un carácter agradable  e invitaba a preguntar. El usaba el libro de Máximo de la Cruz Solórzano y siempre después de cada clase, dejaba tarea. Conocía su tema, la factorización, sumas algebraicas, potenciación de fracciones, etcétera; fueron temas que los explicaba magistralmente. Yo tenía cierta habilidad por las matemáticas, así que trataba de extraer al máximo los conocimientos del profesor Marco.

Ese año escolar, es decir el año 1988 fue sin duda alguna  un año sin igual para mí. Había ingresado al admirable Colegio Nacional 7 de Enero, me consideraba un primarioso; adicionalmente había conocido a nuevos amigos. En el primero C estaban las adolescentes más hermosas que yo había visto. Había participado en la sección más palomilla, despreciada, desdeñada del primer año y sobre todo había pasado inadvertido, no me habían  agarrado de pan. El tránsito escolar, es decir los exámenes, los trabajos, las evaluaciones no eran tan difíciles como pensaba  inicialmente, cuando aún estaba en mi  escuela primaria  “La Tres”. Sinceramente  con un poco de esfuerzo y disciplina cualquier actividad académica resulta exitosa. En la clausura del año escolar, una compañera de mi antigua sección del Primero C, Cristina Sánchez Moreno, una espigada adolescente, hija de un militar, ordenada, disciplina y muy aplicada, obtuvo el primer puesto en aprovechamiento para orgullo creo yo, de sus familiares. Habían muchos buenos alumnos en ese primer años. En el primero A, estaban Azañero Rodriguez , Barrientos Pacherres Karin; en segundo B: Medina Moran Jessica, Palacios Agurto César, Ecca Espinoza Sara; en primero D: Fernández Rosillo Julissa,en primero E: Escobedo Dios Erin y un compañero que le decíamos Cholo (lamentablemente no recuerdo su nombre completo); entre otros buenos estudiantes. Empero, un pequeñuelo, pusilánime y sobre todo  muy enjuto niño,que nadie daba ni un sol, proveniente de la escuela más precaria de Corrales, obtuvo un honorable segundo lugar.

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