Para muchos científicos es insignificante investigar sobre el
desarrollo, emociones, sentimientos y pensamientos de nosotros, los humanos, en
la ventana de tiempo que transita entre los 0 a 2 años de edad. No es
importante, dicen. Básicamente porque no podemos expresar con un lenguaje
entendible nuestros miedos, alegrías, angustias. Sólo lloramos, balbuceamos o
simplemente gritamos, moviendo nuestros brazos o piernas sin ton ni son. Que
desidia investigar la psique de los neonatos. Si tienen miedo, lloran; si
tienen hambre, lloran; si tienen gases, lloran; si están escaldados, lloran. En
esa edad no creamos nada, no articulamos nada, no enhebramos ningún
pensamiento, no es interesante, dicen.
Empero, no todos los científicos piensan así. La psicoterapeuta británica Sue Gerhardt ha dedicado casi toda su vida profesional a investigar la relación que existe entre el afecto que le brindamos a los pequeños y el desenvolvimiento en su vida adulta; y francamente sus investigaciones deben de ser difundidas con mayor vehemencia.
Empero, no todos los científicos piensan así. La psicoterapeuta británica Sue Gerhardt ha dedicado casi toda su vida profesional a investigar la relación que existe entre el afecto que le brindamos a los pequeños y el desenvolvimiento en su vida adulta; y francamente sus investigaciones deben de ser difundidas con mayor vehemencia.
Gerhardt está plenamente convencida de que los problemas de delincuencia
juvenil, así como el consumo de drogas y
alcohol, problemas de lenguaje, comportamiento inadecuado e
inclusive las tendencias al suicidio adolescente y juvenil, tienen su origen en
el precario cariño, atención, y afecto brindado al pequeño en los primeros dos
años de vida.
Las estadísticas son claras, no mienten, están allí para probar que el
suicidio adolescente y juvenil se ha triplicado en los últimos diez años, sobre
todo en las sociedades más desarrolladas. En la investigación comprobó que la
gran mayoría de adolescentes y jóvenes que se suicidaron no tuvieron el amor y el afecto de su madre
en los dos primeros años de vida. Es más, ella concluye que el amor es un
agente modulador para el adecuado crecimiento del cerebro en esa edad, sobre
todo en la parte frontal del cerebro donde se encuentran las neuronas
encargadas de soportar la parte
emocional del ser humano. Debemos de saber que en los primeros dos años el
cerebro se desarrolla considerablemente
y a los cinco se ha desarrollado hasta en un 80%. De allí la importancia de esa
precoz etapa del desarrollo humano, que los científicos le han denominado el
“Cero Emocional”.En esta etapa se afinan nuestras neuronas emocionales para nuestro
futuro desenvolvimiento psico emocional;
es algo parecido a afinar los instrumentos musicales antes de un concierto. Si
no se ajustan correctamente tendremos problemas de desafinación en cualquier
pieza musical que se toque.
El cuestionamiento cae por su propio peso ¿qué tiene que ver el amor con
el desarrollo del cerebro en los bebés? ¿Qué tiene que ver el cariño, el
afecto, las caricias de la madre con el futuro desarrollo psicológico de la
persona?
En principio debemos de expresar que nosotros durante los 9 meses del
embarazo hemos estado en un ambiente cálido, a gusto, nos hemos sentimos
protegidos amados, aunque no lo recordemos.
Al nacer experimentamos un cambio abrupto, nos enfrentamos a situaciones
desconocidas y que nos dan muchísimo temor.
El único ser familiar con el que nos sentimos seguros de manera
inconsciente, es nuestra madre, nuestra
querida madre. Con su cariño, su afecto,
su atención, su mirada, su sonrisa y sus dulces palabras van tejiendo sin
querer y sin saber la adecuada formación de nuestro cerebro y dando pinceladas
precisas para nuestro comportamiento y desenvolviendo en el futuro. Es sabido
que el ser humano no está adaptado para soportar ingentes cantidades de Cortisol
— la hormona de estrés— de manera frecuente; los bebés muchos menos.
Cada vez que el bebé se queda solo, entra en un shock tremendo porque piensa
que morirá, que no sobrevivirá, el pequeño depende completamente de los
adultos; entonces la descarga del Cortisol en sangre es considerable y sabemos
que el Cortisol tiene efectos muy perjudiciales en el cuerpo desde problemas estomacales, diabetes,
atrofia muscular, y un sin número de enfermedades; en el caso del bebé, además
de estos posibles males, se inhibe el crecimiento de ciertas partes del cerebro
e impregna en sus neuronas una serie comportamientos que se verán reflejados en
el futuro. En cambio, con una caricia
maternal y sobre todo con el hecho de ser amamantado por la madre, se
desprenden en el bebé una serie de hormonas que producen un efecto placentero y
que generan un vínculo sempiterno entre el bebé y mamá. “Cuando un bebé mira
a su mamá, ve a una mamá que lo está
mirando” concluye la psicoterapeuta.
Cuántas veces hemos caído en el
error de tomar una actitud pusilánime y egoísta ante el llanto de nuestro hijo
y hemos exclamado: “Déjalo porque si no se va acostumbrar a los brazos”, con
este accionar no hemos estado contribuyendo en su desarrollo emocional y psicológico
futuro. Por otro lado, como comenta
Gerhardt, la madre es fundamental en el desarrollo del bebé; sin embargo,
actualmente el tiempo de la madre es limitado, debido a los nuevos roles que
ofrece la sociedad moderna— y que además lo está haciendo mejor que el varón— ,
entonces debemos encontrar una solución para que el bebé tenga el amor de su
madre que necesita para desarrollarse
mejor; porque de lo contrario tendremos
mujeres liderando estupendamente las mejoras empresas o instituciones y a la
vez, se están gestando en el útero de la
sociedad personitas con problemas de comportamiento que traerán un inconvenientes mayúsculos en el futuro.
Obviamente que siempre existirán excepciones;
sin embargo, promover la relación madre-hijo en esa etapa tan importante de la vida es
fundamental para todos: para la madre, para el bebé, para el Estado y para la Sociedad.
Libro recomendado:
Porqué somos lo que somos.
Eduardo Punset.
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