sábado, 31 de octubre de 2015

LA TEORÍA DEL BIG BANG, EL ORIGEN

Estoy seguro que en algún momento de nuestra vida nos hemos preguntado ¿cómo empezó todo? ¿Cómo surgió el Universo? ¿Cómo se generó el primer átomo? ¿Desde cuándo  respira  el tiempo? ¿Dios lo creó todo? o  es que todo se creó por acción del azar.
Desde hace varias décadas  la comunidad científica ha aceptado una teoría que puede explicar con evidente claridad el origen de la materia existente, es decir, el origen de las galaxias, los agujeros negros supermasivos, los planetas, los ríos, un ser vivo o  un delicioso mango ciruelo de mi tierra natal (Corrales - Tumbes). Esta teoría es conocida como el Big Bang, «la Gran Explosión». Si bien es cierto la mayoría de nosotros tenemos un esbozo general sobre esta teoría e inferimos que “hubo un gran estallido y a partir de allí se generó la materia”, también es cierto que  para el común de los mortales resulta muy ajeno la forma como se  conceptualizó y, sobre todo, cuáles son los sólidos argumentos científicos que soportan esta transcendental teoría, tan difundida y aceptada en el seno científico; aceptada luego de haberse confrontado con otra teoría, muy elegante por cierto: la “teoría del universo estacionario”.
Como soy prácticamente un lego en temas científicos, voy a intentar explicar de manera sencilla, lo que he podido entender, luego de haberme dejado llevar —de manera deliberada— por la curiosidad vehemente que causa en mí ser este tema tan misterioso: la  “Creación del Universo”.

Por muchos años la humanidad ha tenido impregnada la idea de que el Universo es inmutable, imperecedero, eterno; esto se debió básicamente a los postulados de Aristóteles hace cerca de 2,300 años, que fueron adoptados y defendidos por Ptolomeo y, también por la poderosa iglesia católica. Es más, por mucho tiempo  el cerco perimétrico del Universo fue el Sistema Planetario Solar (el Universo según Kepler), y por otro tiempo fue la Vía Láctea (el Universo según Hershel). En la actualidad sabemos que no es así; sabemos que nuestro Universo está en expansión y conformado por aproximadamente cien mil millones de galaxias, y cada galaxia tiene aproximadamente cien mil millones de estrellas. Esta revolucionaria conclusión surgió después de escrutar y analizar el Cosmos de manera científica y con la invaluable ayuda de instrumentos tecnológicos como los modernos telescopios. Pero antes de esta determinación—que el Universo está en expansión—hubieron mentes brillantes que participaron decididamente en el entendimiento de nuestro Universo y predijeron esta verdad extraordinaria: “el Universo está en expansión y que tuvo un principio”.

En esta lectura, vamos a dar algunas pinceladas sobre las ideas más resaltantes de esas ínclitas mentes y, sobre todo, las ideas más recientes. ¡Empecemos!
El movimiento de los planetas — planeta es una palabra de origen griego que significa “errante” — y de los demás astros celestes, siempre fue un acicate para que el ser humano reflexione acerca del Cosmos y/o del Universo. Isacc Newton (1642-1727), quiso entender porque se movían los planetas, es así que propone  la Teoría de la Gravitación Universal para definir la fuerza entre dos cuerpos, a la que él denominó «acción a distancia». Fue una elucubración innovadora; empero, Newton no tenía ni la más remota idea de cómo funcionaba esta fuerza, que se comportaba, según él, como una goma elástica invisible entre dos cuerpos celestes distantes.

Albert Einstein (1879-1955) quiso escudriñar aquella fuerza, la misma que Newton no había podido explicar. Es así que la proactividad de sus prodigiosas neuronas lograron discernir que el  espacio y el tiempo representan un solo ente, al que denominó «espacio-tiempo». El «espacio-tiempo» se comporta como un tejido, como una sábana inmensa, y la presencia de un cuerpo celeste curva este tejido generando una fuerza de atracción que compromete a los cuerpos cercanos. Para entender este concepto, imaginemos una cama elástica— por ejemplo aquellas que usan los gimnastas para hacer sus saltos y volteretas, o aquellas que hay en los juegos para niños—.Colocamos pelotitas de plástico (de 8cm de diámetro) en distintas partes de la superficie. Podremos apreciar que luego de colocarlas se mantienen estáticas, siempre y cuando no exista ninguna fuerza que impulse el movimiento de alguna de ellas. Luego, en el centro de la superficie colocamos una esfera de plomo (de 30 cm de diámetro). ¿Qué sucede? Seriamos testigos al observar, primero, que la superficie plana de la cama elástica se ha curvado hacia abajo, fundamentalmente por la masa de la esfera de plomo; y, segundo, que las pelotitas de plástico han sido atraídas hacia el centro de la cama elástica, justo donde está la esfera con mayor masa. Ahora, trocamos las pelotitas de plástico—de 8 cm—, por unas de plomo; veremos que cada una de ellas ha generado una curvatura hacia debajo de la cama; y es muy probable que ya no se acerquen tan a prisa a la esfera mayor, pero la fuerza aún está presente. Ahora imaginen que esa cama elástica es invisible, si, imaginen viendo como las pelotitas son atraídas hacia la esfera con mayor tamaño. Es así como funciona el Universo, así funciona la gravedad. Existe una fuerza de atracción entre los distintos cuerpos y cada uno ellos, curva el espacio-tiempo circundante. Esta es la explicación del movimiento de los astros en sus respectivas orbitas, incluyendo: satélites, planetas, cometas, sistemas planetarios y galaxias. A esta conceptualización magistral de Einstein sobre el cosmos, se le conoce como Teoría de la Relatividad General (la nueva teoría de la gravitación universal), que fue una adaptación de la teoría que publicó en 1905, la denominada  Teoría de la Relatividad Especial. Con la Teoría de la Relatividad General, Einstein intentó crear una sola, única y elegante teoría que enlace el mundo cercano con el Cosmos.

Tanto Newton como Einstein confiaban plenamente en el paradigma de un Universo estático, impertérrito y eterno. Einstein siempre quería saber  por qué Dios habría creado el Universo tal como es. Se preguntaba si Dios había tenido que elegir entre una serie de Universos, para poder quedarse con el nuestro. Pero la innovadora teoría de la gravedad  de Einstein le trajo varios dolores de cabeza y algunos cabellos caídos al ya famoso y admirado científico. La misma teoría que le había dado tanta fama, se convertiría en una piedra en el zapato o mejor dicho, ¡una piedra en cada zapato!

Tanto Einstein así como otros importantes científicos—que revisaron a profundidad las ecuaciones de  la Relatividad General—, se dieron cuenta que el Universo no debía ser estático, ni mucho menos inmutable. Si el universo fuera estático, la fuerza de gravedad no hubiera permitido que se desarrollen los planetas, ni las estrellas, ni siquiera hubiéramos podido disfrutar de un delicioso ceviche de conchas negras; simplemente no hubiera existido nada, ya que todo, según esta teoría, tiende a la atracción ¡Algo tan simple de entender!

Ante esto, asomó la soberbia y arrogancia de Einstein o si queremos etiquetarlo mejor, la falta de claridad mental del mismo, para no aceptar una realidad al menos latente teóricamente: “el Universo no debe ser estático”. Para mantener su idea de un Universo inmutable, Einstein acomodó las fórmulas de su Teoría de la Relatividad General; así pues, agregó la denominada «constante cosmológica» para solucionar el problema. Esto era una argucia matemática y representaba una fuerza que tenía la función de repeler a los cuerpos entre sí, y evitar que el Universo se contraiga—asegurando un Universo estático—; esta fuerza tiene la misma intensidad de la fuerza de la gravedad, pero en sentido contrario. Más tarde Einstein se iba a lamentar profundamente por esta estulticia y lo iba a considerar como el error más grande de su vida.

Fueron importantes lo trabajos del astrónomo holandés  Willem de Sitter (1872-1934)  y del meteorólogo ruso Aleksandr Fridman(1888-1925). Este último propuso la teoría de un universo en expansión, basado en la Teoría de la Relatividad General de Einstein. Pero como sucede muchas veces en la ciencia, nadie dio eco a este postulado en esa época—primera mitad de la década de los años veinte del siglo pasado—, básicamente porque iba en contra de la mente más brillante de los últimos tiempos.
Un desconocido, pero genial astrofísico y cosmólogo belga, con estudios en una de las mejores universidades del mundo: la Universidad de Cambridge, apareció en la escena científica mundial. George Lemaitre (1894-1966) era su nombre, y había estudiado profundamente la Teoría de la Relatividad General. George había sido alumno de otro gran científico: Sir Arthur Eddintong (1882-1944). Eddintong fue el que validó experimentalmente la Teoría de la Relatividad General de Einstein, y el encargado— sin proponérselo— de convertir al ex trabajador de la oficina de patentes de Suiza, en una celebridad mundial. George Lemaitre llega a la misma conclusión teórica que Fridman. Se dice que en ese tiempo—los años veinte de siglo pasdo— sólo dos personas a parte de Einstein podían entender a cabalidad la Teoría de la Relatividad General: Eddintong y Lemaitre.

Lemaitre desde la perspectiva científica plantea que el Universo está en expansión, asimismo, siendo coherente con su predicción, argumentó que si el Universo se está expandiendo, en algún momento del pasado éste debió ser más pequeño; en otras palabras, en un determinado momento tanto el tiempo como la materia  tuvieron un inicio. Esta fue su propuesta más atrevida, pero tenía lógica. A ese inicio, él lo denominó el «Átomo Primigenio», el cual tenía una densidad inimaginable, casi infinita, que explotó gracias a mecanismos cuánticos que promovieron un estado inflacionario a gran escala y en milésimas de segundos se expandió considerablemente formando toda la materia existente. Lemaitre consideraba que toda la materia se originó con la energía irradiada de una explosión colosal; fue una predicción innovadora y que calzaba con las predicciones teóricas basadas en la Teoría de la Relatividad General de Einstein. Se comenta que Lemaitre le explicó a detalle su teoría a Einstein, y el soberbio científico le dijo: “sus cálculos son correctos, pero su conclusión es abominable”; en otras palabras, vilipendió los postulados de Lemaitre.

Resumiendo esta primera parte, Einstein había ideado la Teoría de la Relatividad General, donde describía la fuerza que existe entre los cuerpos celestes. Había postulado el concepto de espacio-tiempo, y sobre todo, demostraba matemáticamente el porqué del movimiento en órbitas de los planetas. Al analizar y desarrollar las ecuaciones de la Teoría de la Relatividad General, ésta llevaba a la conclusión de que el Universo se estaba expandiendo. En esa época, se tenía la idea de que el Universo era estático, y Einstein convencido de esta conjetura se negó a darle crédito a su propia teoría, creando una constante cosmológica que cumplía la función de equiparar la fuerza de expansión y mantener el Universo en su estado de inacción, en estado inmutable. Lemaitre plantea que el Universo se estaba expandiendo, pero su mayor propuesta era que el Universo había tenido un origen, un comienzo, que todo había surgido de un «Átomo Primigenio», y que éste había explotado generando toda la materia existente. ¡Ah, me olvidaba! Este extraordinario científico era un sacerdote católico, monseñor Lemaitre.
Para que una teoría sea aceptada por la comunidad científica, debe ser validada con la experimentación o la observación; y sus predicciones deben ser contrastadas con las medidas que se realicen. Entonces debemos preguntarnos ¿Cómo se validó o corroboró la teoría del sacerdote belga? ¿Cómo se validó o corroboró que el Universo está en expansión? ¿Cómo se validó o corroboró que hubo una gran explosión? ¿Cómo se aceptó la Teoría del Big Bang? Vamos a desarrollar esta segunda parte y veremos la contundencia de la propuesta de Lemaitre.

En primer lugar, Lemaitre debía de luchar contra el encono y el óbice de una comunidad científica que no apreciaba esta teoría por considerarla apegada al creacionismo, y viniendo de un sacerdote católico con mucha más razón. Quien iba a dar crédito a esta ilusa teoría y no hacer caso a las consideraciones de Einstein, la mente científica con mayores dotes de genialidad. Pero ocurrió algo extraordinario. Desde el otro lado del mundo, en Norteamérica, desde las imponentes montañas que dominan la ciudad de los Ángeles, en los Estados Unidos, un incisivo y persistente astrónomo, algo sátrapa y altanero por cierto, haría un descubrimiento impresionante y que revolucionaria la imagen y concepción del Universo de esa época (la década de los veinte). Edwin Hubble (1889-1953) había observado el cielo nocturno por mucho tiempo desde un impresionante telescopio ubicado en Mount Wilson, y logró determinar que las manchas blancas nocturnas en el cielo, no son nebulosas o restos de gases, como se consideraba en ese tiempo, sino que eran galaxias como la nuestra—aunque en ese tiempo se las denominaba nébulas—. En otras palabras, en ese tiempo, nuestro Universo era la Vía Láctea y todo estaba circunscrito  en su entorno. Sin embargo, con este descubrimiento nos dimos cuenta que el Universo es mucho más grande de lo que habíamos pensado. Si bien es cierto, esto ya era un remezón en el seno científico, Hubble hizo otro descubrimiento: “Las galaxias se están alejando unas de otras”; y sobre todo “se están alejando a gran velocidad”. La velocidad de expansión es proporcional a la distancia entre ellas, es decir, mientras más alejadas están, más rápido se separan. Actualmente  a este descubrimiento se le conoce como “La Ley de Hubble”. Hubble había descubierto que el Universo se estaba expandiendo, Hubble había validado la Teoría de la Relatividad General, Hubble había validado en parte el postulado de Lemaitre. Einstein tenía la imperiosa curiosidad de conocer al “mayor Hubble” y se entabló una reunión alucinante entre el más afamado y extraordinario científico, con cabello hirsuto, y un astrónomo más o menos conocido, con una sobriedad y pulcritud al vestir, al mismo estilo inglés. Hubble invitó a Einstein a conocer las instalaciones de Mount Wilson, el mismo que quedó impresionado por la majestuosidad de la infraestructura. Einstein observó con atención todas las placas fotográficas que había realizado Hubble con el telescopio mientras escuchaba con atención las contundentes  explicaciones del astrónomo; e inclusive  Einstein observó detenidamente con este instrumento una estrella, una enana blanca. Luego de está estancia en Mount Wilson, Einstein aceptó que estaba equivocado al inferir un universo estático; la mente más brillante de esa época aceptaba—con las luces de la evidencia científica—  que el universo, nuestro universo, se estaba expandiendo, validando en parte a Lemaitre.

Recuerden que eran dos los postulados de Lemaitre: a) El universo está en expansión y, b) el Universo tuvo un inicio, hubo un átomo primigenio.
Cuando Hubble planteó la fecha estimada del nacimiento del Universo —con esto se podría validar el segundo postulado de Lemaitre, es decir, hubo un inicio—, los cálculos fueron paupérrimos. Hubble concluyó que el Universo debió haber nacido hace mil millones de años, cuando ya en ese tiempo se sabía que la tierra tenía cuatro mil millones de años; era a todas luces una inconsistencia total. Los métodos que Hubble había tomado para la predicción era correctos pero los cálculos estaban equivocados. Esta situación causó la mofa de la comunidad científica hacia el sacerdote belga y su innovadora teoría.
La teoría de Lemaitre era  una elucubración extraordinaria, plausible por cierto, pero salida de las sinapsis neuronales de un sacerdote católico, y que sin bien es cierto, tenía estudios científicos importantes, la clase científica no tomaba con interés los postulados de éste, por considerarlos una propuesta que enmascara el creacionismo. Es más, el mismo papa Pio XII —juntando agua para su molino— expresó que la teoría de Lemaitre era la representación del Génesis. Sin embargo, Lemaitre a través de una carta muy respetuosamente, dejó claro que el planteamiento de la  teoría obedece a un contexto netamente científico, y que las predicciones de la teoría deben ser comprobadas y verificadas desde ese contexto; otro es el tema religioso, y que transita por una cuerda separada, aunque hacia el mismo destino: saber la verdad. La ciencia se preocupa por el cómo suceden las cosas, mientras que la religión se preocupa por el porqué de las cosas.
Lemaitre tuvo que esperar varias décadas para saborear la alegría de escuchar la confirmación de sus predicciones: que el Universo surgió de una gigantesca explosión. Pero antes de esta conclusión esta teoría tuvo que enfrentarse a otra, elegantísima por cierto, la Teoría del Estado Estacionario.

Con Lemaitre arrinconado y con su teoría arrojada temporalmente al tacho de la basura científica, los cuestionamientos sobre la creación del Universo aún dominaba las cavilaciones nocturnas de varios científicos de la época ¿El Universo tuvo un inicio? o, ¿Siempre estuvo allí? La comunidad científica empezó a escuchar con atención los postulados de otro gran astrofísico británico, un carismático, elocuente y sarcástico Fred Hoyle, desde el Trinity College, también de Cambrige. Fred Hoyle junto con Tommy Gold y Hermann Bondi, plantearon la Teoría del Estado Estacionario. En resumen, esta teoría afirmaba que el Universo no era estático, que se estaba expandiendo —en concordancia con  el descubrimiento de Hubble—pero que siempre era el mismo, el volumen del Universo no cambiaba, se mantenía incólume, en un estado estacionario lo que permitía al Universo existir por toda la vasta eternidad. Para compensar la disminución de la densidad del Universo debido a la expansión, Hoyle plantéo que en algún lugar del Universo la materia se está creando de manera continua; este lugar era nada más ni nada menos, el corazón de las estrellas muy calientes y conceptualizó un fenómeno denominado Nucleosíntesis, que consiste en que a partir de las átomos de hidrógeno —con un protón— y a grandes temperaturas, los núcleos de éstos se sintetizan y  generan  nuevos átomos mucho más pesados —más de un protón— los mismos que se irradian al Universo; en otras palabras, el helio, berilio, carbono, nitrógeno e inclusive, el hierro que forma nuestros glóbulos rojos, el calcio de nuestros huesos, o el potasio de nuestras neuronas, se han formado en el útero hirviendo de las estrellas. Estamos hechos por las estrellas por las estrellas, literalmente hablando.

Ya en esa época se sabía que el elemento con mayor presencia en el Universo es el hidrógeno conjuntamente con el helio, ellos forman el 74% de la materia observable. Era una teoría elegante, plausible, pero cuando Hoyle se topó con las preguntas de algunos científicos enconados, los mismos que le preguntaron sobre el origen del hidrógeno, es decir, de donde se origina el hidrógeno, Hoyle no supo qué contestar. Sólo afirmó que el hidrógeno ha existido desde la eternidad; una respuesta que no satisfizo las expectativas de los científicos contrarios  a la teoría del estado estacionario. Irónicamente fue Fred, el que acuño el término “Big Bang”  para la teoría del átomo primigenio, en un espacio radial que conducía, y lo hizo para mofarse de la propuesta de Lemaitre. Hoyle, a pesar de no poder explicar cómo surge el hidrógeno se mantenía en el pedestal científico como la mente que más cerca estaba de explicar el origen de todo…pero apareció George Gamov.
El ruso Gamov se inclinaba por las predicciones de Lemaitre, y planteó una teoría que complementaba a la del monseñor. Gamov propuso que si el átomo primigenio o huevo cósmico (como él lo llamaba) dio lugar a una gran explosión, la radiación residual producto de ésta, debe estar allí, pululando en la inmensidad del espacio, y que nosotros en algún momento tendremos la capacidad de medirla o captarla, y al hacerlo, podremos determinar que hubo una gran explosión inicial.

El concepto de radiación residual es sencillo. Imaginemos que estamos a cinco (05) kilómetros de un lugar donde explotará una bomba atómica. Luego de la explosión, en pocos segundos la onda expansiva pasará por nuestro lugar arrasándolo todo, no quedaría nada, ni siquiera una canita de las miles que tengo. Este fenómeno seguirá expandiéndose por todo el espacio que sea necesario, de acuerdo a la intensidad de la explosión. Estoy seguro que luego de un tiempo, un año, dos años e inclusive 30 años, la zona cercana a la explosión aun tendrá rezagos de esa radiación, tal como ocurrió por ejemplo, con la explosión de la central nuclear de Chernóbil en Ucrania allá en 1986. Ese mismo concepto, aunque mucho antes, lo usó Gamov y un equipo de zagales científicos, para referirse a la radiación producto del Big Bang; ellos afirmaron que la radiación está allí en el Universo, sólo que no se tenían los instrumentos adecuados para poder medirla, él la denominó “radiación del fondo cósmico de microondas”.

Efectivamente, el suspiro del Big Bang estaba allí, susurrándonos al oído, pero no podíamos escuchar, hasta que aparecieron dos científicos que cambiaron la historia. Este acontecimiento fue el némesis de la Teoría del Estado Estacionario. Fueron, Arno Penzias y Robert Wilson, los mismos que estaban haciendo investigaciones en el campo de las telecomunicaciones para los Laboratorios Bell, que al instalar algunos equipos de comunicación (específicamente un radiotelescopio), empezaron a escuchar un ruido extraño y que era constante. Primero pensaban que era un tema relacionado con  excremento de palomas que había caído en las antenas, luego pensaban que era por la dirección y ubicación de las mismas, pero se percataron que este ruido venía de todas partes, no sabían que era y cuál era su origen. En ese mismo tiempo, Robert H. DickeJim Peebles, y David Wilkinson, astrofísicos de la Universidad de Princeton  se disponían a buscar la radiación de microondas remanente del Big Bang. Penzias y Wilson buscaron a Dicke y le comentaron el extraño descrubrimiento. Dicke y sus colegas, luego de un minucioso trabajo, corroboraron  que las ondas relacionadas a este ruido venían del espacio exterior, este ruido era la radiación residual, el fondo cósmico de la gran explosión expresado en microondas, era la firma manuscrita del  Big Bang.

Es así que la comunidad científica aceptó mayoritariamente que el Universo surgió de una gran explosión; ya en la década de los 60 se tenían equipos más sofisticados, los mismos que permitieron determinar que la explosión ocurrió hace trece mil setecientos millones de años (días más, días  menos). Arno Penzias y Robert Wilson ganaron el premio nobel por el descubrimiento de la radiación del fondo cósmico de microondas. Gamov sería afamado por la comunidad científica, al elucubrar la teoría del fondo cósmico de microondas y  que complementaba magistralmente  la teoría de Lemaitre.

En un humilde hospital belga, en su lecho de muerte, el monseñor Lemaitre recibía las noticias de los últimos descubrimientos, su palpitar pusilánime contrastaba con la alegría de saber que sus predicciones acerca de la creación del Universo se corroboraban. Una teoría conceptualizada con un tamiz religioso para muchos, era confirmada por la exigente y enconada comunidad científica. El monseñor Lemaitre, no tuvo hijos, pero se le considera por unanimidad el padre de la teoría del Big Bang. 

domingo, 13 de septiembre de 2015

LOS IMPORTANTES DOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA

Para muchos científicos es insignificante investigar sobre el desarrollo, emociones, sentimientos y pensamientos de nosotros, los humanos, en la ventana de tiempo que transita entre los 0 a 2 años de edad. No es importante, dicen. Básicamente porque no podemos expresar con un lenguaje entendible nuestros miedos, alegrías, angustias. Sólo lloramos, balbuceamos o simplemente gritamos, moviendo nuestros brazos o piernas sin ton ni son. Que desidia investigar la psique de los neonatos. Si tienen miedo, lloran; si tienen hambre, lloran; si tienen gases, lloran; si están escaldados, lloran. En esa edad no creamos nada, no articulamos nada, no enhebramos ningún pensamiento, no es interesante, dicen.

Empero, no todos los científicos piensan así. La psicoterapeuta británica  Sue Gerhardt ha dedicado casi toda su vida profesional a investigar la relación que existe entre el afecto que le brindamos a los pequeños y el desenvolvimiento en su vida adulta; y francamente sus investigaciones deben de ser difundidas con mayor vehemencia.


Gerhardt está plenamente convencida de que los problemas de delincuencia juvenil, así como el consumo  de drogas y alcohol, problemas de lenguaje, comportamiento inadecuado   e inclusive las tendencias al suicidio adolescente y juvenil, tienen su origen en el precario cariño, atención, y afecto brindado al pequeño en los primeros dos años de vida.

Las estadísticas son claras, no mienten, están allí para probar que el suicidio adolescente y juvenil se ha triplicado en los últimos diez años, sobre todo en las sociedades más desarrolladas. En la investigación comprobó que la gran mayoría de adolescentes y jóvenes que se suicidaron  no tuvieron el amor y el afecto de su madre en los dos primeros años de vida. Es más, ella concluye que el amor es un agente modulador para el adecuado crecimiento del cerebro en esa edad, sobre todo en la parte frontal del cerebro donde se encuentran las neuronas encargadas de soportar la  parte emocional del ser humano. Debemos de saber que en los primeros dos años el cerebro se desarrolla  considerablemente y a los cinco se ha desarrollado hasta en un 80%. De allí la importancia de esa precoz etapa del desarrollo humano, que los científicos le han denominado el “Cero Emocional”.En esta etapa se afinan nuestras neuronas emocionales para nuestro  futuro desenvolvimiento psico emocional; es algo parecido a afinar los instrumentos musicales antes de un concierto. Si no se ajustan correctamente tendremos problemas de desafinación en cualquier pieza musical que se toque.

El cuestionamiento cae por su propio peso ¿qué tiene que ver el amor con el desarrollo del cerebro en los bebés? ¿Qué tiene que ver el cariño, el afecto, las caricias de la madre con el futuro desarrollo psicológico de la persona?

En principio debemos de expresar que nosotros durante los 9 meses del embarazo hemos estado en un ambiente cálido, a gusto, nos hemos sentimos protegidos amados, aunque no lo recordemos.
Al nacer experimentamos un cambio abrupto, nos enfrentamos a situaciones desconocidas y que nos dan muchísimo temor.  El único ser familiar con el que nos sentimos seguros de manera inconsciente,  es nuestra madre, nuestra querida madre.  Con su cariño, su afecto, su atención, su mirada, su sonrisa y sus dulces palabras van tejiendo sin querer y sin saber la adecuada formación de nuestro cerebro y dando pinceladas precisas para nuestro comportamiento y desenvolviendo en el futuro. Es sabido que el ser humano no está adaptado para soportar ingentes cantidades de  Cortisol  — la hormona de estrés— de manera frecuente; los bebés muchos menos. Cada vez que el bebé se queda solo, entra en un shock tremendo porque piensa que morirá, que no sobrevivirá, el pequeño depende completamente de los adultos; entonces la descarga del Cortisol en sangre es considerable y sabemos que el Cortisol tiene efectos muy perjudiciales en el  cuerpo desde problemas estomacales, diabetes, atrofia muscular, y un sin número de enfermedades; en el caso del bebé, además de estos posibles males, se inhibe el crecimiento de ciertas partes del cerebro e impregna en sus neuronas una serie comportamientos que se verán reflejados en el futuro.  En cambio, con una caricia maternal y sobre todo con el hecho de ser amamantado por la madre, se desprenden en el bebé una serie de hormonas que producen un efecto placentero y que generan un vínculo sempiterno entre el bebé y mamá. “Cuando un bebé mira a  su mamá, ve a una mamá que lo está mirando”  concluye la psicoterapeuta.

Cuántas veces hemos caído en  el error de tomar una actitud pusilánime y egoísta ante el llanto de nuestro hijo y hemos exclamado: “Déjalo porque si no se va acostumbrar a los brazos”, con este accionar no hemos estado contribuyendo en su desarrollo emocional y psicológico futuro. Por otro lado,  como comenta Gerhardt, la madre es fundamental en el desarrollo del bebé; sin embargo, actualmente el tiempo de la madre es limitado, debido a los nuevos roles que ofrece la sociedad moderna— y que además lo está haciendo mejor que el varón— , entonces debemos encontrar una solución para que el bebé tenga el amor de su madre que  necesita para desarrollarse mejor; porque de  lo contrario tendremos mujeres liderando estupendamente las mejoras empresas o instituciones y a la vez,  se están gestando en el útero de la sociedad personitas con problemas de comportamiento que traerán un inconvenientes mayúsculos en el futuro.

Obviamente que siempre existirán  excepciones; sin embargo, promover la relación madre-hijo en esa etapa tan importante de la vida es fundamental para todos: para la madre, para el bebé, para el Estado y para la Sociedad.


Libro recomendado:
Porqué somos lo que somos.

 Eduardo Punset.

martes, 12 de mayo de 2015

GLORIOSO C.N 7 DE ENERO: QUINTO AÑO

En el año  mil novecientos noventa y dos (1992) mi instancia física en el  gran C.N Siete de Enero, llegaba a su fin. Recuerdo que fue un año muy peculiar. Ese mismo año habíamos estudiado hasta febrero, debido a la huelga magisterial en el año 1991. El cinco de abril de ese año, el presidente Alberto Fujimori dio el autogolpe de estado, causando una gran convulsión en la clase política nacional, aunque según recuerdo, la mayoría de la población estaba de acuerdo con tal draconiana y obtusa decisión adoptada.  También fue un año donde el terrorismo de sendero luminoso logró su mayor apogeo en la capital, con el atentado de Tarata, aunque también fue su declive, con la detención de su líder, en el mes de setiembre, el día duodécimo.

Ya en quinto año, tenía una sensación que tornasolaba entre la alegría por estar en el mayor grado de la educación secundaria, y la nostalgia que me embargaba, al pensar  que ese era mi último año  en  mi entrañable colegio. Empero, esa dicotomía muchas veces se difuminaba cada vez que iba al colegio y empezaba a interactuar con mis compañeros de clase, con mis grandes amigos del 5to grado “C”. 

En ese año, regresamos nuevamente a estudiar en la mañana, de 8:00 a.m a 1:00 p.m. Nuevamente retomé mi rutina. Me iba a bañar  a las 7:00 a.m en las cálidas y turbias aguas del canal de irrigación, no había shampoo, todo era con jabón Pacocha, nuevamente los abrojos se impregnaban en las plantas de mis pies, nuevamente los capones, capazos y sapos, eran el adorno habitual de ese mágico tránsito de mi casa de caña y barro, hasta el canal; y viceversa. Nuevamente mi esforzada y admirable madre me disponía en aquella mesa de madera un desayunón. Si señores era  un contundente plato de “majao con pescao”  y su jarrazo de avena quaquer con manzana o naranja. Ese almuerzo, perdón desayuno, te mantenía despierto y activo todas las cinco horas. ¿Para qué propina? ¿Para qué golosinas? Ese desayuno me duraba hasta las 3:00 pm.
En quinto año, ya tenía 14 años. Poco a poco, los cambios propios de la pubertad hacían su inevitable presencia en mi escuálido cuerpo. Así es, la metamorfosis había empezado, algo tarde, es cierto, pero había empezado. La mayoría de compañeros ya había pasado por ese proceso y quizá estaban más acostumbrados a ese  vendaval de sustancias  bioquímicas que inundan nuestro cuerpo en esa estupenda etapa de la vida.

Con relación a la parte académica, ya había definido la estrategia para estudiar y quitarme la responsabilidad de las tareas lo más rápido posible. Mi abuela me decía: “primero haz tus tareas, y luego ya no tendrás de qué preocuparte”. Todo, absolutamente todo lo que me ha dicho mi abuela se ha cumplido, y es extraordinario esta situación porque la abuela mía, apenas estudió primaria, sin embargo, gozaba de una sabiduría excepcional, al menos yo, un simple nieto suyo, llevo en mi corazón y en mi trivial actuar, los dogmas y preceptos de aquella mujer,  de tez blanca, carita arrugada y pequeña estatura.  Apenas me dejaban tarea, en esa misma tarde, regresaba al C.N 7 de Enero e iba a la biblioteca,  no había internet, ni computadora, ni impresora. Solo iba con mi block y mi lápiz, y siempre tenía presente la tenacidad de hacer la tarea ese mismo día, con el objetivo de estar libre y no tener más preocupación, creo que a eso le llaman “responsabilidad”, pero para mí era un deleite, en realidad tenía inmensas ganas de aprender cada día más y más.

Todo en ese año tenía un color y sabor distinto. Era el último año en el colegio. Las interacciones sociales con los compañeros se hacían más fuertes, como para dejar marcado por la eternidad esta hermosa etapa nuestra. Recuerdo la fiesta por el aniversario de nuestro colegio; en años anteriores las fiestas habían sido con equipos o sonidos locales,  ese año   fue con el mejor Equipo de Sonido de la época. En realidad era dos empresas que brindaban el mejor servicio de alquiler de sonido para fiestas, eran: América y GB.  Esas empresas daban la hora en ese año, por la diversidad musical, las luces y también por los animadores. Recuerdo muy bien al animador del grupo América,  tenía sus frases peculiares y siempre las repetía en cada presentación:

“Muy bien amigos, allí estábamos con uno de los mejores temas de todos los tiempos, del gran Oscar Emilio de Leon…Llorarás”  .

En el año mil novecientos noventa y dos, las canciones de moda eran muchas y de distintos géneros: Amores como el Nuestro, de Jerry Rivera; La Conciencia, de Gilberto Santa Rosa, Junto a tu Corazón, de Miguel Moly; Bandolera, de Rey Sepúlveda; Vuela Vuela de Magneto, Porque Será, de Rudy la Scala; Marejada, de Roberto Antonio; El Meneito, Baila mi Rumba, Zumbalo, El la Engañó, de Natusha; Every Body Dancing Now, Menéalo de Liza M,  entre otros ritmos que marcaron época.  La fiesta se hizo en las afueras del colegio, todos esperábamos ansiosos el inicio del evento. En la sección “C” estaban las adolescentes más hermosas de todo el colegio, y en esa fiesta estaban  mucho más bonitas. Como no era costumbre verlas con ropa de vestir y algo arregladas, en esa fiesta lucieron la belleza de la mujer del norte.

Otro  de los acontecimiento que recuerdo con gran entusiasmo, sobre todo  en ese año escolar fue el antes, durante y después del  desfile militar por fiestas patrias en julio de ese año. Creo que para todas las personas que vivimos en zona de frontera, el sentimiento patriótico y el nacionalismo se exacerba cuando nos aproximamos al 28 de Julio.
 En realidad sentimos la patria más cerca de nosotros, como que más unida a nuestro ser, y queremos sobre todas las cosas dar una pequeña ofrenda a la patria, un signo de gratitud por regalarnos el gran honor de   haber nacido en el Perú. Nuestra preparación para el gran desfile militar empezaba con un mes y medio de antelación en la quincena del mes de junio. Nosotros llevábamos un curso que se llamaba Instrucción Premilitar, y como parte del curso, teníamos que llevar una serie de actividades destinadas a lograr el mejor rendimiento en el desfile militar del 28 de julio. Así pues, empezaban las clases, todas eran clases prácticas. El cuartel general que estaba en Corrales enviaba generalmente a dos (02) alférez y dos (02) sargentos para realizar esta loable labor: Enseñarnos a desfilar bien. Recuerdo una anécdota que hasta hoy, en mis ratos de elucubración y de nostalgia profunda— al recordar mi instancia en mi colegio —me extrae varias carcajadas incontrolables, que hacen pensar a mi esposa —con justa razón por cierto— que este esposo suyo está llegando al umbral que divide el juicio y la locura. Las clases de instrucción premilitar se realizaban inicialmente en la canchita de fulbito del colegio. Salíamos tres secciones y en principio sólo varones. Eran a las 11:00 a.m así que imagínense el calor a esa hora del día, aun así, creo que todos teníamos el entusiasmo de estar allí, preparándonos para el gran desfile. Todos, menos uno.

Como toda organización militar, siempre se ordenaban a los alumnos de mayor a menor tamaño. Yo era uno de los últimos, porque era uno de los más pequeños. Recuerdo la rudeza y la fuerza de la voz de los sargentos y alférez. Ellos tenían una regla de madera con la que trataban de alinear a los alumnos que estaban formando. Recuerdo que decían:
¡Batallón! … ¡Firmes!

 Nosotros teníamos que juntar nuestras piernas, los brazos pegados al cuerpo y mantenernos parados sin movernos.

Luego escuchábamos:
¡Descanso!

Nuestra posición era: brazos hacía atrás, una mano agarra la muñeca de la otra, y las piernas se separan haciendo un ángulo menor de 30 grados.
¡Batallón! … ¡Firmes!

Otra vez el mismo accionar, como yo estaba atrás podía ver si es que estábamos alineados o no. Los que no estábamos así, recibían un reglazo por parte de los instructores.
También los instructores decían:

¡A la izquierda! … ¡Izquierda!

Y todos al unísono, hacíamos un giro en nuestros pies y volteábamos a la izquierda. Menos uno, que volteó a la derecha. Este adolescente era uno de los más altos, era un larguirucho, de cabello ensortijado, pero que al parecer tenía problemas de ubicación. Se dio cuenta de su error e inmediatamente corrigió su posición.

¡A la derecha! … ¡derecha!

Todos volteamos a la derecha, menos mi amigo, que volteó a la izquierda.
El instructor se percató del error, se acercó hacia él, le dijo con voz fortísima:
¡Señor ubíquese bien! Recuerde que la mano derecha es la mano con la que usted come.
En el primer llamado, usted debe de cerrar el puño de la mano a la cual vamos a voltear, y ya en el segundo llamado, usted se dirige a la posición donde tiene cerrada la mano. ¿Me dejo entender?  . Preguntó.

¿Me dejo entender? Replicó
 Si.  Contesto mi amigo con voz pusilánime.
¡No escuché nada!.. ¿Me dejo entender? Replicó el instructor más fuerte aún. Quizá para llamar la atención del larguirucho amigo mío.
   ¡Sí señor, entendido Señor!  Replicó mi amigo con mucha fuerza.

Otra vez.

   ¡A la izquierda! … ¡Izquierda!

Todos a la izquierda, menos mi amigo.

   ¡Carajo no sabe usted, cuál es su Izquierda! Exclamó el instructor ya muy irritado.
Mi amigo hizo el cambio de derecha a izquierda. Los palomillas empezaron a reírse y burlarse, sobre todo por la forma como el instructor se había irritado. Se rascaba la cabeza, respiraba rápido, caminaba de atrás hacia adelante. El tema es que este amigo mío iba a formar parte de la escolta y no era permisible que pueda cometer un error de este tipo, visionando el desfile militar.

Nuevamente.

   ¡A la derecha! … ¡derecha!

Mi amigo, otra vez se equivocó, y cambió a la izquierda. Para esos momentos todas las miradas se dirigían como dardos asesinos a mi larguirucho amigo.  Realmente yo sentía algo de misericordia. La abuela mía me había enseñado a ponerme en el lugar de la gente, ubicarme  en su posición para poder comprender su comportamiento. La  psicología organizacional, le ha puesto la etiqueta de Empatía. Mientras todos los compañeros demostraban el sarcasmo, la burla, la pachotada, propia de la edad, y sobre todo de tal hilarante situación, yo trataba de mantener la sobriedad y la reserva por este caso. ¿Cómo es posible que un muchacho se pueda confundir de esa manera, tantas veces? Hay estudios relacionados con la neurociencia y  a ese proceso de bloqueo mental le llaman el “Secuestro Límbico”. Quiere decir que una parte de nuestro cerebro, para ser exacto el sistema límbico —donde se registran y generan nuestra emociones—   se inundan de sustancias del estrés —Cortisol, por ejemplo—y generan una reacción donde los pensamientos y acciones se obstaculizan, es algo que no podemos controlar, a no ser que aprendamos a gestionar esa situación, ese estado, Inteligencia Emocional, le llaman.

Esta última acción colmo la paciencia del iracundo y prosaico instructor. Entonces lo que hizo fue sacar a mi compañero del “batallón” y lo colocó a un costado, fuera de la plataforma o loza deportiva. Entonces le dijo:

   ¡Párese bien! Derecho!   ¡Mire al sol!  ¡Mire al sol Carajo!

Yo veía como mi amigo estaba derecho mirando al intenso sol. Sus ojos se cerraban y se abrían, se abrían y se cerraban.

El instructor dijo:

—Señor, ahora grite fuerte ¡Soy Corcho!

En ese instante todo el escuadrón de mancebos lanzo una carcajada al unísono. En ese momento yo no sabía el significado de la palabra corcho.

   ¡Soy Corcho! Gritó mi amigo.
   Más fuerte ¡Soy Corcho!  Exclamó el instructor.
   ¡Soy Corcho! Espetó mi amigo.

Mientras a mis compañeros les empezaba a doler el estómago de tanta risa.
Creo que mi compañero al igual que yo, no sabía el significado peyorativo de esa palabra, utilizada por este imberbe instructor, que en vez de motivar, incentivar y educar, lo que pretendió fue vilipendiar, humillar y bajar el autoestima de este amigo mío.
Al margen de esta anécdota, la preparación para el esperado desfile fue muy ardua y sacrificada. Me habían escogido como brigadier general. Así que por esta condición —inmerecida por cierto— debía formar parte de la los tres muchachos que iniciábamos el desfile. Yo tenía que ir al centro y dar las órdenes en el momento y lugar adecuado, para levantar los “Palitos de color blanco” y hacer todo el gesto protocolar cuando estemos pasando por el estrado oficial conformado por el Alcalde y sus regidores, el      sacerdote, autoridades militares, y otros asistentes oficiales.  De los tres, yo era el más pequeño, realmente no quería estar allí. Pero tenía que hacerlo y hacerlo bien. Practicamos duro, con mis dos compañeros del costado. Y cuando lo hacíamos, yo trataba de decirles que debíamos levantar la pierna lo más alto y con la mayor rigidez posible.
En el desfile, el astro rey nos lisonjeaba con su fortísima luminosidad. Empezó la hora de la acción. El maestro de ceremonia, el Sr Fredy Ecca,   hizo el anuncio.

Señoras y señores, a continuación hará acto de presencia en el desfile cívico militar, el gran Colegio Nacional  Mixto 7 de Enero”.

La banda del ejército peruano seguía tocando con pulcritud e inusitado entusiasmo. El auxiliar encargado de mantener el orden era el señor Donaldo Mena Preciado—pero todos le decíamos Lamparoso— este exclamó  y dijo:

   ¡Señor Yacila, ya, de una vez. Empiece! Por favor que todo salga perfecto. Expresó de manera escueta.

Nosotros estábamos en la calle Atahualpa, justo al frente del cine de Corrales. Me invadió un fervor patriótico, sentí por mis venas una emoción bien grande, me sentía como un héroe, como un prócer de la independencia.  Empecé marchando, con el pie izquierdo. El pie izquierdo sincronizaba con el bombo de la banda. Mi mirada era fija, hacia al frente, miraba hacia el cuartel de Corrales. Mi cara cambió de expresión, denotaba rudeza, molestia, era muestra de las enseñanzas de los instructores. Escuchaba llamados de los familiares, primos, tíos:

— ¡Bien Zico! Derecho no más. No  te pongas nervioso. — Decían.

Cuando estábamos por llegar al estrado, lancé un grito:

    ¡Pierna en alto… más alto!

Los tres compañeros empezamos a levantar la pierna con tal vehemencia y al ritmo del bombo. La gente empezó a aplaudir por ese cambio de ritmo. Cuando estábamos por llegar al medio del estrado —justo al frente del alcalde de Corrales— yo exclamo con voz fortísima:
Saludo al estrado…¡ Saludo!

Todos desplazamos nuestros “Palitos de color blanco” en un ángulo de 30 Grados separados de nuestro cuerpo en dirección hacia la pista de desfile, mientras nuestras miradas impertérritas y con el cejo fruncido miraban en dirección al estrado. En ese instante mi corazón empezó a latir más fuerte, los golpes que mis pies con el suelo eran tan fuertes que me removían mi cerebrito, asimismo la pista emanaba polvo a la atmosfera. Ese día todo salió bien. Marchamos como nunca. Cuando marcharon las fuerzas armadas también lo hicieron extraordinariamente bien.

Otro de los más gratos recuerdos que se acurrucan en algún lugar de mis neuronas, fue cuando participé junto con Elizabeth Asencio Yacila en el concurso departamental de matemáticas. Justamente en ese año, en enero, habíamos ganado el primer puesto en el concurso de matemáticas en nuestro querido distrito, y por antonomasia debíamos participar en el concurso departamental. Recuerdo que el profesor Marco Dios Henckel fue el profesor encargado de prepararnos para ese gran reto. En esa época, se podía decir que los mejores Colegios a nivel departamental eran El Santa María de la Frontera, El Niño Jesús, el C.N EL Triunfo y La Inmaculada Concepción, todos era del mismo Tumbes. Todos sabían que el ganador debía salir de algunos de esos prestigios colegios de la capital tumbesina…pero no fue así.

Las lecciones impartidas por el profesor Marco fueron fundamentales para que nuestro humilde colegio, aquel colegio cerca de la quebrada, se llevara los dos primeros puestos en ese concurso de matemáticas.  El primer puesto lo logró la extraordinaria, disciplinada, aplicada, ordenada, inteligente y humilde, Elizabeth Asencio Yacila. Mientras que el segundo puesto, lo logró un prosaico, indisciplinado, desordenado y jacobino adolescente. Cuando dieron los resultados estábamos súper felices  y creo que nuestro colegio si hubiera tenido un corazón, hubiera latido a mil por hora, dos de sus hijos humildes y pequeños habían logrado a base de sacrificio, pestañas quemadas y ojos cansados, los dos primeros puestos en el concurso de matemáticas.   
Otra anécdota de ese año fue cuando nuestra querida profesora de religión Tania Velásquez, como de costumbre, cada vez que ingresaba al salón de clase para realizar la sesión, nos hacía rezar el Padre Nuestro. Eso era todo un ritual. Recuero que yo me sentaba junto con Francisco Yacila Lomas y adelante nuestro, estaban Patricia Saavedra Nathals y Carmen Elena Alvarez Morales.  La profesora antes de rezar nos daba una pequeña catequesis y de pronto todo era silencio, ella cerraba los ojos y empezaba la oración:

Padre nuestro, que estas en el cielo[…] El pan nuestro…

En esos momentos en medio de la oración y con los ojos cerrados, un olor nauseabundo inundó todo el salón de clase. La gente abrió los ojos, todos nos empezamos a tapar la nariz, era terrible, era como el olor a huevo podrido. La profesora seguía orando, hasta que el olor le llegó a su sentido del olfato. Dejó de orar, se fue despavorida a abrir la puerta. Salió del salón unos minutos. Todos aun estábamos parados, y nos empezamos a culpar unos a otros.

Ha sido el PanceLeche — Decían unos.
No. Ha sido el Zorro. No, ha sido el Bayo. Profesaban otros.
Creo que sido el Pato Villar. Decían entre risas.

Al final la profesora entró furiosa. Hizo su catarsis:

¿Cómo es posible, que en plena oración ustedes se tiren una ventosidad?—
Hasta ese momento nadie sabía el significado de ventosidad, pero todos sabíamos que quería describir.

De pronto una voz, se escucha:

¡Profesora la culpable es la Pota que ha regalado el ejército!

Todos nosotros nos matamos de la risa por tal hilarante respuesta. Eso lo dijo uno de los hermanos Zorro,  Rogger.

El día de la clausura del año escolar, yo estaba inquieto. Mis padres habían tenido una discusión —propia de un hogar en evolución— y mi madre me dijo:”ándate donde la mamita” — es decir donde mi abuela materna, Nolberta— Me fui con mi hermano menor Alex, que ese tiempo tenía cuatro (04) años. Lo dejé donde mi abuela y me fui al colegio. Tenía un pantalón azul, una camisa blanca de cuadros, y unas zapatillas La GEAR— pero las bambas— que mi padre me había comprado por navidad. Me fui a mi colegio. Caminé por el parque, la calle Hilario Carrasco, crucé el cauce de la quebrada y llegué al colegio. Estaba nervioso. Mi mente regresaba a mi casa y me imaginaba que podría estar pasando. Me junté con mis amigos de siempre Paty, Elena y Pancho. Estábamos en el segundo piso.

Cuando el profesor  Yamunaqué —que  hacía maestros de ceremonias— menciona el nombre mío. Mis amigos me avisan, porque yo estaba en otra. Bajo al primer piso,  y tenía que dar algunas palabras de despedida. Realmente no sabía que decir. Estaba en otro planeta, en otro vacilón. Empero, aún recuerdo sólo el inicio de mi primer y último discurso en mi gran Colegio Nacional Siete de Enero:

“[…] Queridos compañeros, queridos profesores. En representación de la promoción 1992, quiero agradecer por todos los conocimientos impartidos. Cuando llegamos a esta alma mater, no sabíamos que era un monomio, polinomio un numero entero o un número racional. Pero hoy sabemos eso y mucho más. Estoy seguro que esos conocimientos nos servirán para nuestro futuro […]”

Ese día, yo recibía el diploma por el  primer puesto, una beca para estudiar en una academia pre universitaria en Tumbes, y un par de libros donados por esa misma academia. Debí sentirme alegre, pero yo estaba intranquilo, inquieto, nervioso.

Regresé con mi diploma enrollado, mi camisa pintada y garabateada por mis compañeros, mi sonrisa era endeble y falaz. Fui donde mi abuela a ver a mi a hermano. Estaba mi abuela con algunos familiares, todos se alegraron por este supuesto logro. Yo me reía, pero por dentro estaba triste. Llegué a mi casa y no había nadie, estaba con candado, tuve que esperar por lo menos media hora, hasta que  vino mi mamá. Al ver el cartón mi madre se emocionó y me dio un gran  abrazo y me dijo:
“Hijo mío te doy mi bendición. Sigue esforzándote y lograrás todo lo que te propongas. Nunca dejes de estudiar, ni de aprender. Es lo mejor que sabes hacer...”

Mi madre ha sido y es una guerrera y sobre todo una pitonisa del bien.

En la fiesta de promoción mi pareja fue la dulce  Jessenia Quevedo Malmaceda. La fiesta se hizo en el Local del Club Hilario Carrasco, todos estábamos bien guapetones. La gente bailó al compás de los hits de ese entonces. No probé alcohol ese momento, a pesar de la insistencia de varios de mis compañeros, es que a veces cuando me enterco en algo, soy bien testarudo. Recuerdo a mi cumpa Francisco Yacila Lomas, el popular Pancho, entre copas empezamos a conversar en uno de los salones del Hilario Carrasco y me dice:

— “Oe Paya, vamos a Lima on. Postulemos a la San Fernando, sobrao la agarramos a la primera.
Yo lo miré a Pacho, y le dije:

—Oe tas choborra. ¿Tú crees que vamos a ingresar a la San Marcos? ¿A la primera? Además tú no eres para médico, tu vocación es el arte, la pintura, el dibujo, desarrolla esa habilidad, desarrolla el lado derecho de tu cerebro. Actualmente Pancho, es gerente de una empresa que se dedica al Coaching empresarial.

Al día siguiente nos reunimos los integrantes de la  promoción del 5to C. Fue en la plaza de Corrales, a las 11:00 a.m. Fuimos a comernos un cebichito, y ese fue quizá el último día donde casi la mayoría de la promoción nos reunimos. Digo quizá el último día, por que muy pronto, si Dios lo permite, nuevamente nos volveremos a encontrar después de vientres (23) largos años, en la celebración de los cincuenta años de nuestro glorioso Colegio Nacional Mixto Siete de Enero de Corrales.
Nuestra piel ya no será lozana, quizá las arrugas se están adueñando —sin pedir permiso— de nuestros rostros, ya peinamos canas, o quizá ya no peinamos nada,   estaremos gordos o flacos, con ilusiones o sin ellas, con sueños cumplidos o sueños que se hicieron pesadillas, todo nos pudo haber pasado.

Pero lo que nunca pasará, ni disminuirá, nunca creo yo, es el inmenso orgullo que tenemos por haber estudiado en el gran Colegio Nacional Mixto Siete de Enero de Corrales. Me llevo en mi frágil memoria, los grandes momentos de esta hermosa etapa mía.

Es por eso que, sin tener el talento de un escritor, pero si el entusiasmo de un adolescente enamorado, he tratado de plasmar en esta serie de capítulos, las historias más representativas que los recuerdos míos, en complicidad con la irreverencia (vuelvo a repetir no soy escritor), han tenido la generosidad y la deferencia de dejarse expresar. He hecho esto, por mis compañeros de la promoción Juan Francisco del año 1992, por mis compañeros de la sección “C”, por mis hijos, esposa, padres, hermanos, familia y amigos, para que al menos cuando nos veamos, luego de haber leído alguna de estas historias, tengamos un pretexto humano y sublime, para volver a soñar como adolescentes.


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