lunes, 18 de mayo de 2020



MI QUERIDA TÍA HILDA

Sinceramente no sabía cómo empezar a escribir estos párrafos. Entre mi corazón y mi razón había una pugna, había confusión, desazón, dolor, pena, una pena muy grande, inmensa. Pero también, la templanza susurraba a mi oído, me otorgaba tranquilidad, me decía sutílmente que aquella mujer debía cumplir su ciclo en esta vida, faltando pocos meses para sus nueve décadas de vital y fértil existencia.

Mis recuerdos infantiles la vieron por primera vez, cuando yo tenía entre 6 o 7 años.  Cuando vine de vacaciones, a Lima, al Callao, a la Ciudad del Pescador. Ella vivía en una casa grande, acogedora, con un patio trasero donde criaba algunos animalitos; también tenía un patio exterior donde jugábamos los niños, entre primos y vecinos. El aroma a cebada ( cerca de allí se ubicaba la planta de la cervecería Pilsen Callao, hoy el Mall Aventura Plaza), los sonidos de los aviones y el inigualable sabor a “hierba luisa” que siempre nos daba,  dibujaban con mayor intensidad mis recuerdos de aquel lugar.  Aquella mujer, con su sonrisa, su mirada dulce, que irradiaba ternura, hacía que yo me sintiera seguro con ella, en esa casa tan grande.

Esta mujer fue la hija mayor del matrimonio Víctor Espinoza Neyra ( a quién  no conocí) y Nolberta Zárate Rugel; Hilda, era su nombre. Se casó, tuvo una hija, llamada Deysi ( mi admirada prima), su esposo murió en un accidente.  Luego, conoce a un gran hombre Agustín Peña Preciado (Tio Agucho) mientras ella ayudaba a la hermana de mi abuela materna en el distrito de la Cruz, muy cerca a Corrales.  Del fruto de este amor, nacieron:  Cholo, Blanco, Chabuca, Esther, Olgui y Calín; así los llamaba mi tía a sus hijos.

Son tantas cosas que puedo expresar de mi tía Hilda, pero sin duda alguna, el más grande gesto de amor, de compasión, de generosidad, hacía mí y hacía mi familia, fue cuando fuimos acogidos en su casa, mientras yo era un estudiante universitario, tenía 15 años, pronto cumpliría 16. Fueron casi 5 años, exactamente cuatro años, 8 meses y 2 días. Desde el jueves 17 de junio de 1993 hasta el 19 de febrero de 1998; hay datos que nunca se borrarán de mi frágil mente.  Se cuenta que mi abuela, Nolberta, “la Mamita”, llamó a mi tía Hilda, para solicitarle que nos acoja en su hogar; mi tía, tanto como mi tio Agucho aceptaron sin dudar. Mis primos y sus familias nos acogieron con mucho amor y paciencia, a pesar de algunos inconvenientes que no vienen al caso nombrar. 

Ese tiempo fue aleccionador en todos los aspectos de mi vida. Mi tía, tenía a cargo, además, tres de sus nietos, y uno de ellos el más querido para ella, según mi modesto entender.   Recuerdo que se levantaba muy temprano a prepárales el desayuno porque tenían que ir al colegio. Cada vez que yo regresaba de la Universidad siempre, siempre tenía que buscarla a ella, para saludarla, para avisar que había llegado. Era una costumbre, y recuerdo que a veces mi tía estaba molesta corrigiendo a uno de sus nietos, y de repente yo llegaba, la saludaba en pleno desvarío emocional, y mi tía cambiaba de rostro, me saludaba con una amplia sonrisa: “Buenas tardes hijo…”, me decía. Apenas yo desaparecía de su vista, retornaba a la corrección con sus nietos.

Una característica de mi tía Hilda era su fortaleza física, era realmente como un roble. “Es de buena madera”, decíamos. A sus casi 90 años, ella visitaba a la familia, a sus hermanos, a un familiar en su cumpleaños, tenía en su memoria casi todos los cumpleaños. Casi no se perdía ningún cumpleaños de la familia, y si era necesario irse sola, ella tomaba su movilidad y transitaba por Lima con total naturalidad y seguridad; y si no podía, llamaba. Muy religiosa, devota de la virgen y afanosa por el rosario.   Para sus cumpleaños, siempre decía “Quizá este sea mi último cumpleaños” y se tomaba su buen sorbo de vino, así lo venía diciendo y haciendo desde que cumplió 80 años.

Finalmente, hoy, 18.05.2020, aproximadamente a las 5:00 a.m. mi tía Hilda Espinoza Zárate ha fallecido. Ha sido una vida extraordinaria, llegó a conocer a sus hijos, nietos y bisnietos. Ha tenido alegrías, tristezas, preocupaciones, angustias y emociones de las buenas.  Mi corazón está triste, pero también siento cierta tranquilidad. He sentido muchas veces las caricias en mis mejillas, de sus manos adornadas por el paso del tiempo. Cada vez que la visitaba o que nos veíamos, y ante un gesto irrisorio mío de agradecimiento hacia ella, mi tía siempre me decía “Que Dios te bendiga hijo, y siempre te dé más”. Esa frase me hacía sentir feliz, alegre, mi corazón se emocionaba, al verla contenta, exultar de alegría y de gozo. Recuerdo que cuando me gradué, tenía que invitar sólo a cuatro personas, una de ellas definitivamente fue mi tía, ella me dijo: “Hijo lo lograste”, desde allí cada paso importante en mi vida, cada nuevo curso terminado, especialización o maestría, se lo contaba a mi tía, y ella estaba orgullosísima del pequeño sobrino, enjuto él, que acogió en su hogar.   Recuerdo que el año pasado le pedí que prepare Jalea (un dulce de plátano) porque en mi trabajo estaban un concurso de postres típicos. Mi tía lo preparó demasiado rico y tuvimos la fortuna de ganar, eso la alegró muchísimo.

Siempre el agradecimiento mío y de mi familia hacia mi querida tía. Mis hijos, y lo seres que más amo, saben lo vital que fue mi tía para mí, para mi desarrollo personal y profesional; nos preocupábamos de muchas cosas, pero de un techo donde dormir, o una cama donde reposar la cabeza, de eso no, porque gracias al amor y generosidad de mi ti Hilda, de mi tio Agucho y de sus hijos, teníamos donde descansar.

Se ha ido la primera hija del matrimonio Espinoza Zárate, en una coyuntura lamentable, sin podernos despedir, así es el destino, a veces cruel, pero que su fortaleza nos ayude, y sobre todo a su hijos, nietos y bisnietos, a mantener la unidad familiar, los dogmas y principios que ha dejado su vasto transitar por ese pequeño mundo.

2 comentarios:

  1. Estimado Zico. Mis sentido pésame por la partida de un familiar como tu tía, y si me permites adivinar, una madre que Dios te premió. Comparto tus sentimientos, al igual que pocos, tuvimos o tenemos la dicha de haber heredado doctrinas distintas a la de nuestros progenitores. Y como solo son eternos los sabios consejos que nos dieron en esta vida, debemos revaluarlos y compartir esa enseñanza con los nuestros. Fuerzas estimado Zico.

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