sábado, 21 de septiembre de 2013

MI QUERIDO TIO, EL ALCALDE



Yo tenía  entre ocho (08) y nueve (09)  años de edad, cursaba el cuarto grado de primaria en mi recordada escuela Carlos Vásquez Villaseca, (que por algún motivo desconocido para mí, le decíamos a veces la "tres", y otras veces la "cero dieciocho”); yo tenía entre ocho (08) y nueve (09) años y vivía en una acogedora casita  de caña y barro, en el barrio "El Triunfo", la cual extraño más que nunca. Mi querido padre la había construido con la ayuda de algunos primos bajo la modalidad de un proyecto especial donde se combinaba el trabajo de los beneficiarios, así como de la institución que otorgó el presupuesto para su construcción.

A mediados de 1986, ya se había iniciado la campaña electoral para las elecciones municipales del período 1987-1989 (antes eran solo tres años). Alan García Pérez en representación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) había alcanzado el poder luego que  Alfonso Barrantes Lingàn desistiera de competir en la segunda vuelta electoral, un gesto de verdadero desprendimiento y clara lectura sobre la optimización de los recursos públicos. Casi todo el norte peruano era bastión aprista, el “sólido norte”. En ese tiempo, era alcalde el Señor Ricardo Flores Dioses, creo que le decían el chino, y no era una gestión municipal eficiente, sino, por el contrario, según recuerdo por los comentarios de los adultos, su gestión mostraba signos de la impresentable corrupción.

Yo tenía entre ocho(08) y nueve (09) años cuando vi por primera vez a un hombre con un carisma espectacular, con innata elocuencia al hablar, con una sinceridad en sus palabras que calaban en el corazón. Ese hombre estaba dando un discurso en la pérgola de la plaza de Armas de Corrales. La asistencia multitudinaria de simpatizantes o curiosos que habían venido de los pueblos aledaños como: Cristales, Realengal, Tablazo, Pechichal, Malvales y Buena Vista Alta y Baja  fue realmente asombrosa y aún tengo impregnada en mi frágil memoria el momento en que  este hombre salió en hombros ovacionado por los paisanos que se sentían identificados con su causa, con su soflama, con su discurso político; todos al unísono gritaban: ¡Monsermín! ,¡Monsermín!, ¡Monsermín!

Recuerdo que en ese día yo estaba cerca de un busto de José Abelardo Quiñonez Gonzales (nuestro héroe nacional del conflicto con el Ecuador en 1941); si, estaba allí con mi pelota parchada. Casi todos los días jugábamos por las noches en la plaza de armas, era una distracción  motora importante. Estaba allí, y contemplaba con “emoción bravía” el vaivén de las banderas con la "I" y con la "U"; los movimientos eran frenéticos, las banderas se movían de acuerdo al entusiasmo de la gente y al famoso estribillo:¡La Izquierda, Unida, Jamás será vencida!,¡La Izquierda, Unida, Jamás será vencida!...

Este hombre, de cuerpo enjuto y bien parecido, paso por mi lado, mi corazón palpitaba a cien, mi sonrisa se ensanchó a más no poder; sin embargo, aquel hombre  no me vio… ¡pero yo estaba allí! Aquel hombre  no imaginó el orgullo que causó en mí ser, tanto que hoy, mientras redacto este texto, un nudo se forma en mi garganta y mis retinas se humedecen al recordar aquella gran emoción. 

Este hombre llegó a convertirse en alcalde provincial de Tumbes, tenía tan solo 29 años, según me contó una vez. Mi padre se emocionaba al hablar de él, y yo, que  ya tenía 9 años, compartía su alegría, orgullo y emoción. Aunque mi madre era una ferviente militante aprista, también se alegró por esta noticia. Imagino la alegría y el orgullo de sus ejemplares padres: Alejandro Yacila Peña y Santos Peña Tinedo.

Una vez, este hombre me contó que su padre le dijo: «Hijo, por fin cruzamos el río . En alusión, a que por primera vez, un integrante de la humilde y honesta familia Yacila, había logrado ser alcalde de Tumbes. 

Se recuerda una gestión eficiente y honesta, honesta y eficiente; con muestras claras de servicio a la ciudadanía, eso recuerdo, por los comentarios de los paisanos, de la gente humilde, de los más necesitados. Aunque siempre existen lunares cancerosos en la sociedad; gente con intereses subalternos, con un comportamiento servil ante las mafias corruptas que ven atrofiadas sus ganancias, cuando gente insobornable entra al servicio de los ciudadanos. A estos lunares debemos extirparlos de la sociedad.

En las raras veces que íbamos a visitar a mis abuelos ( tres veces al año: cumpleaños del abuelo, de la abuela y navidad), esperaba con ansias escucharlo, ya en su faceta de alcalde. A veces conversaba con su hermano mayor: Carlos; y para mí, sinceramente, era un deleite escucharlos. Recuerdo que era muy crítico de Alan García, y se lo hacía evidente a mi madre. El criticaba, por ejemplo, la expresión de Alan García cuando éste afirmaba,  en su eslogan "Mi compromiso es con todos los Peruanos".  Para el alcalde, esta expresión implicaba que García también estaba comprometido con los terroristas de Sendero y del MRTA, ya que éstos también eran peruanos. 

Este hombre salió de la gestión municipal con las manos limpias, sólo cansadas por el arduo trabajo realizado. Así está grabado en la historia y en las mentes de los tumbesinos.

Hoy, después de 25 años, este hombre está cuajado. Los valores morales siguen siendo su fortaleza, la experiencia y la destreza profesional que ha adquirido, lo convierten en baluarte y estandarte a seguir e imitar. Con golpes tan fuertes -como decía Vallejo-, que ha sabido gestionar eficientemente.


Pronto iré a Tumbes para que me siga contando la historia  original de los “Yacilas”. Para que me siga contando las hazañas que hacía mi padre cuando salían al campo, en Zorritos, a cazar peches o tortolitas; o cuando a mi padre se le ocurrió hacer una trampa para atrapar unl zorro que estaba haciendo escarnio en el gallinero de la abuela. Iré a Tumbes, para que me diga si le sigue gustando  la canción "Corazón Partio" de Alejandro Sanz, tanto como a mí.  Iré  a Tumbes, para decirle que su vida es un ejemplo de lucha y dedicación con su familia e hijos. Iré  a Tumbes para decirle que me enseñe a escribir, o hacer poemas que calen en lo más profundo del corazón. Iré a Tumbes para decirle que mi viejo lo admira y siente orgullo por él. Iré a Tumbes  a comernos un rico ceviche de conchas negras. Iré a Tumbes para felicitarlo por todo lo bueno que ha hecho. Iré a Tumbes para decirle, ¡adelante con tu lucha y con tu sueño!.. querido tío Monsermìn Yacila Peña.

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