.jpg)
Yo tenía
entre ocho (08) y nueve (09) años de edad, cursaba el cuarto grado
de primaria en mi recordada escuela Carlos Vásquez Villaseca, (que por algún
motivo desconocido para mí, le decíamos a veces la "tres", y
otras veces la "cero dieciocho”); yo tenía entre ocho (08) y nueve (09) años
y vivía en una acogedora casita de caña y barro, en el barrio "El
Triunfo", la cual extraño más que nunca. Mi querido padre la había
construido con la ayuda de algunos primos bajo la modalidad de un proyecto
especial donde se combinaba el trabajo de los beneficiarios, así como de la
institución que otorgó el presupuesto para su construcción.
A mediados
de 1986, ya se había iniciado la campaña electoral para las elecciones municipales
del período 1987-1989 (antes eran solo tres años). Alan García Pérez en
representación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) había
alcanzado el poder luego que Alfonso Barrantes Lingàn desistiera de
competir en la segunda vuelta electoral, un gesto de verdadero desprendimiento
y clara lectura sobre la optimización de los recursos públicos. Casi todo el
norte peruano era bastión aprista, el “sólido norte”. En ese tiempo, era alcalde
el Señor Ricardo Flores Dioses, creo que le decían el chino, y no era una
gestión municipal eficiente, sino, por el contrario, según recuerdo por los comentarios
de los adultos, su gestión mostraba signos de la impresentable corrupción.
Yo tenía
entre ocho(08) y nueve (09) años cuando vi por primera vez a un hombre con un
carisma espectacular, con innata elocuencia al hablar, con una sinceridad en
sus palabras que calaban en el corazón. Ese hombre estaba dando un discurso en
la pérgola de la plaza de Armas de Corrales. La asistencia multitudinaria de simpatizantes
o curiosos que habían venido de los pueblos aledaños como: Cristales, Realengal,
Tablazo, Pechichal, Malvales y Buena Vista Alta y Baja fue realmente
asombrosa y aún tengo impregnada en mi frágil memoria el momento en que
este hombre salió en hombros ovacionado por los paisanos que se sentían
identificados con su causa, con su soflama, con su discurso político; todos al
unísono gritaban: ¡Monsermín! ,¡Monsermín!, ¡Monsermín!
Recuerdo
que en ese día yo estaba cerca de un busto de José Abelardo Quiñonez Gonzales (nuestro
héroe nacional del conflicto con el Ecuador en 1941); si, estaba allí con mi
pelota parchada. Casi todos los días jugábamos por las noches en la plaza de
armas, era una distracción motora importante. Estaba allí, y contemplaba
con “emoción bravía” el vaivén de las banderas con la "I" y con la
"U"; los movimientos eran frenéticos, las banderas se movían de
acuerdo al entusiasmo de la gente y al famoso estribillo:¡La Izquierda, Unida,
Jamás será vencida!,¡La Izquierda, Unida, Jamás será vencida!...
Este
hombre, de cuerpo enjuto y bien parecido, paso por mi lado, mi corazón palpitaba
a cien, mi sonrisa se ensanchó a más no poder; sin embargo, aquel hombre no me vio… ¡pero yo estaba allí! Aquel hombre no imaginó el orgullo que causó en mí ser,
tanto que hoy, mientras redacto este texto, un nudo se forma en mi garganta y
mis retinas se humedecen al recordar aquella gran emoción.
Este
hombre llegó a convertirse en alcalde provincial de Tumbes, tenía tan solo 29
años, según me contó una vez. Mi padre se emocionaba al hablar de él, y yo, que
ya tenía 9 años, compartía su alegría, orgullo y emoción. Aunque mi madre
era una ferviente militante aprista, también se alegró por esta noticia.
Imagino la alegría y el orgullo de sus ejemplares padres: Alejandro Yacila Peña
y Santos Peña Tinedo.
Una vez,
este hombre me contó que su padre le dijo: «Hijo, por fin cruzamos el río
. En alusión, a que por primera vez, un
integrante de la humilde y honesta familia Yacila, había logrado ser alcalde de
Tumbes.
Se
recuerda una gestión eficiente y honesta, honesta y eficiente; con muestras
claras de servicio a la ciudadanía, eso recuerdo, por los comentarios de los
paisanos, de la gente humilde, de los más necesitados. Aunque siempre existen
lunares cancerosos en la sociedad; gente con intereses subalternos, con un
comportamiento servil ante las mafias corruptas que ven atrofiadas sus
ganancias, cuando gente insobornable entra al servicio de los ciudadanos. A
estos lunares debemos extirparlos de la sociedad.
En las
raras veces que íbamos a visitar a mis abuelos ( tres veces al año: cumpleaños
del abuelo, de la abuela y navidad), esperaba con ansias escucharlo, ya en su faceta
de alcalde. A veces conversaba con su hermano mayor: Carlos; y para mí,
sinceramente, era un deleite escucharlos. Recuerdo que era muy crítico de Alan
García, y se lo hacía evidente a mi madre. El criticaba, por ejemplo, la
expresión de Alan García cuando éste afirmaba, en su eslogan "Mi compromiso es con todos los Peruanos".
Para el alcalde, esta expresión implicaba que García también estaba
comprometido con los terroristas de Sendero y del MRTA, ya que éstos también
eran peruanos.
Este
hombre salió de la gestión municipal con las manos limpias, sólo cansadas por
el arduo trabajo realizado. Así está grabado en la historia y en las mentes de
los tumbesinos.
Hoy,
después de 25 años, este hombre está cuajado. Los valores morales siguen siendo
su fortaleza, la experiencia y la destreza profesional que ha adquirido, lo
convierten en baluarte y estandarte a seguir e imitar. Con golpes tan fuertes
-como decía Vallejo-, que ha sabido gestionar eficientemente.
Pronto
iré a Tumbes para que me siga contando la historia original de los “Yacilas”.
Para que me siga contando las hazañas que hacía mi padre cuando salían al
campo, en Zorritos, a cazar peches o tortolitas; o cuando a mi padre se le
ocurrió hacer una trampa para atrapar unl zorro que estaba haciendo escarnio en
el gallinero de la abuela. Iré a Tumbes, para que me diga si le sigue gustando
la canción "Corazón Partio" de Alejandro Sanz, tanto como a mí.
Iré a Tumbes, para decirle que su vida es un ejemplo de lucha y
dedicación con su familia e hijos. Iré a Tumbes para decirle que me
enseñe a escribir, o hacer poemas que calen en lo más profundo del corazón. Iré
a Tumbes para decirle que mi viejo lo admira y siente orgullo por él. Iré a
Tumbes a comernos un rico ceviche de conchas negras. Iré a Tumbes para
felicitarlo por todo lo bueno que ha hecho. Iré a Tumbes para decirle, ¡adelante
con tu lucha y con tu sueño!.. querido tío Monsermìn Yacila Peña.
La ascendencia Yacila..
ResponderEliminarlo maxiimooo! espero lo halla leído
ResponderEliminar