Muchas veces he escuchado el
comentario de que el amor de madre es
único, un amor desinteresado, sublime, candoroso, que perdona, que
justifica y que se intensifica aún
mas cuando el hijo(a) se encuentra
en algunas situaciones de peligro o
dificultad.
Pero, ¿Por qué nosotros lo
hombres, los que tenemos descendencia, no
tenemos la misma intensidad del amor que
profesan las madres para con sus hijos?
¿Por qué nuestra preocupación es menos intensa que la de una madre, cuando están enfermos? ¿
Por qué cada vez que se tropiezan, uno replica :”ya, Levántate!!!”, mientras
que una madre, se acerca al crío, lo abraza, lo besa, lo limpia y le dice :
Ten más cuidado. En fin, podemos enumerar infinitas situaciones donde se resalta
el comportamiento singular de una madre
para con sus hijos. Conducta que muchas veces ha
sido vilipendiada y/o no reconocida por
los propios hijos y mucho menos de la sociedad actual.
El amor maternal, así como las
distintas manifestaciones de los sentimientos y conductas humanas, son el resultado de una compleja
combinación de hormonas y neurotransmisores
enhebrados con algunos factores
externos, ya sean estos culturales y/o sociales. De acuerdo a recientes estudios
científicos, El amor maternal se genera gracias a la producción de dos hormonas:
la Oxitocina y Prolactina.
La
Oxitocina es una hormona relacionada con el amor y las emociones
positivas. El Centro de Estudios NeuroEconómicos, en California (E.E.U.U), realizó una prueba a varios voluntarios
rociándoles Oxitocina. Lo que se descubrió es
que ellos estaban más dispuestos a confiar su dinero a un extraño. La Oxitocina se relaciona con el apego,
lo que hace que la relación perdure. La Prolactina es la encargada de
producir la leche materna, para garantizar la salud y bienestar del neonato.
Pero ¿en qué momento producimos más Oxitocina?, es algo interesante, pues
producimos más, en el orgasmo, en las interacciones sociales placenteras,
durante el parto y la lactancia. Nuestro diseño es espectacular, y la relación
madre e hijo está estructurada especialmente, que se hace más fuerte cuando el bebé inicia el
proceso de succión de la leche materna ( que genera Prolactina y ésta a su vez
la leche materna). Los científicos pueden reconocer un período sensible pocos
minutos después del parto, en el que el recién nacido, está extremadamente
receptivo al tacto y olfato, que colocado sobre el cuerpo de su madre, éste,
puede llegar sólo al pezón y empezar a succionar de manera intuitiva. En cuanto a la madre el
neonato es un agente que produce sonidos, caricias y olores que activan toda la
neuroquímica del Amor proveniente de su cerebro.
Según esto, simplemente se
necesita que el recién nacido succione
los pezones para que la madre produzca Oxitocina y Prolactina, dos hormonas que
benefician a ambos y los vinculan estrechamente para toda la vida. Es una
relación especial que no se compara con otras relaciones humanas, además se ha
comprobado que el desarrollo del cerebro humano depende de interacciones
externas, en particular la relación de afecto con los seres más cercanos. Estos
factores de carácter afectivo forman o
moldean las misteriosas e intricadas redes neuronales.
Ahora comprendo, lo que comentaba
mi querida esposa al tener a nuestros hijos bajo su regazo, alimentándolos: “Es una
sensación extraordinaria, indescriptible sólo quiero verlos alegres, sanos y fuertes”,
manifestaba. Sin saberlo, sus expresiones obedecían indefectiblemente a todo el
proceso que magistralmente ha sido diseñado para lograr una relación sana y
garantizar desde los primeros instantes de vida del ser humano, la capacidad de
ser feliz y generar núcleos familiares fuertes, que coadyuvarán a fomentar
sociedades más sensibles y obviamente más humanas.
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