MI QUERIDA TÍA HILDA
Sinceramente no sabía cómo
empezar a escribir estos párrafos. Entre mi corazón y mi razón había una pugna,
había confusión, desazón, dolor, pena, una pena muy grande, inmensa. Pero también,
la templanza susurraba a mi oído, me otorgaba tranquilidad, me decía sutílmente
que aquella mujer debía cumplir su ciclo en esta vida, faltando pocos meses
para sus nueve décadas de vital y fértil existencia.
Mis recuerdos infantiles la
vieron por primera vez, cuando yo tenía entre 6 o 7 años. Cuando vine de vacaciones, a Lima, al Callao,
a la Ciudad del Pescador. Ella vivía en una casa grande, acogedora, con un
patio trasero donde criaba algunos animalitos; también tenía un patio exterior
donde jugábamos los niños, entre primos y vecinos. El aroma a cebada ( cerca de
allí se ubicaba la planta de la cervecería Pilsen Callao, hoy el Mall Aventura
Plaza), los sonidos de los aviones y el inigualable sabor a “hierba luisa” que
siempre nos daba, dibujaban con mayor
intensidad mis recuerdos de aquel lugar. Aquella mujer, con su sonrisa, su mirada dulce,
que irradiaba ternura, hacía que yo me sintiera seguro con ella, en esa casa
tan grande.
Esta mujer fue la hija mayor del
matrimonio Víctor Espinoza Neyra ( a quién
no conocí) y Nolberta Zárate Rugel; Hilda, era su nombre. Se casó, tuvo
una hija, llamada Deysi ( mi admirada prima), su esposo murió en un accidente. Luego, conoce a un gran hombre Agustín Peña
Preciado (Tio Agucho) mientras ella ayudaba a la hermana de mi abuela materna
en el distrito de la Cruz, muy cerca a Corrales. Del fruto de este amor, nacieron: Cholo, Blanco, Chabuca, Esther, Olgui y Calín;
así los llamaba mi tía a sus hijos.
Son tantas cosas que puedo
expresar de mi tía Hilda, pero sin duda alguna, el más grande gesto de amor, de
compasión, de generosidad, hacía mí y hacía mi familia, fue cuando fuimos
acogidos en su casa, mientras yo era un estudiante universitario, tenía 15
años, pronto cumpliría 16. Fueron casi 5 años, exactamente cuatro años, 8 meses
y 2 días. Desde el jueves 17 de junio de 1993 hasta el 19 de febrero de 1998;
hay datos que nunca se borrarán de mi frágil mente. Se cuenta que mi abuela, Nolberta, “la Mamita”,
llamó a mi tía Hilda, para solicitarle que nos acoja en su hogar; mi tía, tanto
como mi tio Agucho aceptaron sin dudar. Mis primos y sus familias nos acogieron
con mucho amor y paciencia, a pesar de algunos inconvenientes que no vienen al
caso nombrar.
Ese tiempo fue aleccionador en
todos los aspectos de mi vida. Mi tía, tenía a cargo, además, tres de sus
nietos, y uno de ellos el más querido para ella, según mi modesto entender. Recuerdo
que se levantaba muy temprano a prepárales el desayuno porque tenían que ir al colegio.
Cada vez que yo regresaba de la Universidad siempre, siempre tenía que buscarla
a ella, para saludarla, para avisar que había llegado. Era una costumbre, y
recuerdo que a veces mi tía estaba molesta corrigiendo a uno de sus nietos, y de
repente yo llegaba, la saludaba en pleno desvarío emocional, y mi tía cambiaba
de rostro, me saludaba con una amplia sonrisa: “Buenas tardes hijo…”, me decía. Apenas yo desaparecía de su vista,
retornaba a la corrección con sus nietos.
Una característica de mi tía
Hilda era su fortaleza física, era realmente como un roble. “Es de buena madera”, decíamos. A sus
casi 90 años, ella visitaba a la familia, a sus hermanos, a un familiar en su
cumpleaños, tenía en su memoria casi todos los cumpleaños. Casi no se perdía ningún
cumpleaños de la familia, y si era necesario irse sola, ella tomaba su
movilidad y transitaba por Lima con total naturalidad y seguridad; y si no
podía, llamaba. Muy religiosa, devota de la virgen y afanosa por el rosario. Para sus
cumpleaños, siempre decía “Quizá este sea
mi último cumpleaños” y se tomaba su buen sorbo de vino, así lo venía
diciendo y haciendo desde que cumplió 80 años.
Finalmente, hoy, 18.05.2020,
aproximadamente a las 5:00 a.m. mi tía Hilda Espinoza Zárate ha fallecido. Ha
sido una vida extraordinaria, llegó a conocer a sus hijos, nietos y bisnietos.
Ha tenido alegrías, tristezas, preocupaciones, angustias y emociones de las
buenas. Mi corazón está triste, pero también
siento cierta tranquilidad. He sentido muchas veces las caricias en mis
mejillas, de sus manos adornadas por el paso del tiempo. Cada vez que la visitaba
o que nos veíamos, y ante un gesto irrisorio mío de agradecimiento hacia ella,
mi tía siempre me decía “Que Dios te bendiga
hijo, y siempre te dé más”. Esa frase me hacía sentir feliz, alegre, mi
corazón se emocionaba, al verla contenta, exultar de alegría y de gozo. Recuerdo
que cuando me gradué, tenía que invitar sólo a cuatro personas, una de ellas
definitivamente fue mi tía, ella me dijo: “Hijo
lo lograste”, desde allí cada paso importante en mi vida, cada nuevo curso
terminado, especialización o maestría, se lo contaba a mi tía, y ella estaba
orgullosísima del pequeño sobrino, enjuto él, que acogió en su hogar. Recuerdo que el año pasado le pedí que prepare
Jalea (un dulce de plátano) porque en mi trabajo estaban un concurso de postres
típicos. Mi tía lo preparó demasiado rico y tuvimos la fortuna de ganar, eso la
alegró muchísimo.
Siempre el agradecimiento mío y
de mi familia hacia mi querida tía. Mis hijos, y lo seres que más amo, saben lo
vital que fue mi tía para mí, para mi desarrollo personal y profesional; nos preocupábamos
de muchas cosas, pero de un techo donde dormir, o una cama donde reposar la
cabeza, de eso no, porque gracias al amor y generosidad de mi ti Hilda, de mi
tio Agucho y de sus hijos, teníamos donde descansar.
Se ha ido la primera hija del matrimonio
Espinoza Zárate, en una coyuntura lamentable, sin podernos despedir, así es el
destino, a veces cruel, pero que su fortaleza nos ayude, y sobre todo a su
hijos, nietos y bisnietos, a mantener la unidad familiar, los dogmas y
principios que ha dejado su vasto transitar por ese pequeño mundo.
Estimado Zico. Mis sentido pésame por la partida de un familiar como tu tía, y si me permites adivinar, una madre que Dios te premió. Comparto tus sentimientos, al igual que pocos, tuvimos o tenemos la dicha de haber heredado doctrinas distintas a la de nuestros progenitores. Y como solo son eternos los sabios consejos que nos dieron en esta vida, debemos revaluarlos y compartir esa enseñanza con los nuestros. Fuerzas estimado Zico.
ResponderEliminarGracias Doctore. MUy amable.
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