domingo, 6 de julio de 2014

GLORIOSO C.N 7 DE ENERO : EL INICIO


El otoño del año  mil novecientos ochenta y ocho ( 1988) inicié este  sempiterno vínculo emocional con el gran centro base, Colegio Nacional 7 de Enero, mi gran colegio secundario. Era el prólogo de una las obras más importantes de mi vida. Fue sin duda alguna, el fuerte útero educativo donde se iba gestar el conocimiento, las emociones y el aprendizaje de este nuevo feto cognitivo : un nuevo SieteEnerino se había concebido.

La primera vez que ingresé al 7 de Enero  no fue el día de inicio de clases oficial. Ingresé con dos semanas de retraso. Era costumbre de mi madre llevarnos de vacaciones a la capital en los meses de enero a marzo; sin embargo, siempre nos quedábamos pasada la Semana Santa o en su defecto, retornábamos siempre y cuando la carretera Panamericana Norte estaba  transitable. Como sabemos en verano se incrementan las lluvias y, en ese tiempo, las quebradas o ríos se desbordaban afectando el estado de la Panamericana.   

Mi padre  había logrado matricularme y fui asignado a la sección C, a Primero C. Recuerdo que ese dia lunes estaba en un estado de ansiedad importante, estaba angustiado, quería saber si es que en mi salón, había algún compañero o compañera de mi escuela primaria: La Tres (03).

Recuerdo que nos hicieron formar  en las afueras del plantel, nos ordenamos por año, de izquierda a derecha. En el extremo izquierdo estábamos los primariosos, y en el extremo derecho los alumnos de quinto año. Derrepente una voz peculiar y enérgica hacía notar su autoridad. Era uno de los supervisores o auxiliares, cuyo rostro dracroniado y malhumurado contrastaba admirablemente con la pulcritud en su vestir. Estaba allí, impertérrito, sobrio, elegante. Se apellidaba Tarquino y era como un padrasto, un padrasto malo. Esa fue mi primera impresión, la impresión de un niño de solo diez (10) años de edad. Después pude comprender que ese era un rol que debía sostener, era un papel escénico en esta extraordinaria película que era formar la conducta de los alumnos, era necesario ser así; generalmente los primariosos éramos muy tranquilos y tímidos, pero algunos  alumnos de años superiores, al parecer tenían un comportamiento que acariciaba el  diez (10) en conducta. 

Iniciamos el transito al interior del 7 de Enero, entramos de manera lenta y ordenadamente, como era la primera vez que ingresaba, pregunté la ubicación del aula del Primero C y me dijeron : "camina defrente y luego volteas a la izquierda" (sic). Pude llegar a mi salón sin problemas, era un aula precaria, de tripley y techo de eternit, el tripley aun estaba húmedo por efectos de las lluvias. Mi sección colindaba con el aula de Primero B, que también estaba fabricada con el mismo material. Sin embargo, el salón de Primero A, era de material noble ( ladrillo y cemento) y  estaba ubicado a unos cuarenta metros a la derecha de mi salón. En total éramos siete (7 ) secciones de primer año: A, B, C, D, E, F y G.  Sólo las tres primeras íbamos en la mañana, el resto en el turno tarde.

Cuando entré por primera vez al salón vi rostros conocidos y me sentí más tranquilo. La angustia inicial sucumbía ante la faz de niños conocidos, me empecé a sentir como en mi escuela primaria, me empecé a sentir como en casa. Francisco Benedicto Yacila Lomas ( Pancho), Patricia Saavedra Natahals( Paty) , Carmen Elena Alvarez Morales ( La Alvarez), José Antonio Espinoza Castillo ( Tombo), Yelssy Montenegro Alvarado, Marie Dios Medina( Borrega) entre otros, eran los púberes que me dió una indescifrable alegría verlos en mi salón.

Recuerdo a mi profesor de matemática, el Profesor Castillo  un enjuto y largirucho docente, fanático del Club Universitario de Deportes y de su ídolo máximo, el  gran  Lolo Fernández. Era tan fanático de Fernández, que cuando jugaba fútbol, se colocaba una malla en la cabeza  y emulaba a tal exiguo futbolista peruano. El Loco Castillo, era su apodo. En su momento era un profesor muy particular, su rostro reflejaba el paso del tiempo,  hacia que las temibles matemáticas no asusten, hacía que no sean tan serias, si no por el contrario, el profesor Castillo tenía la magia de hacer que las matemáticas  sean un chiste, una broma, un pasatiempo divertido. Recuerdo  una clase de conjuntos, exactamente el tema era relacionado al conjunto vacío,  el profesor   pregunta ¿Quién puede mover las orejas sin mover la cabeza? . Nosotros pedimos un ejemplo  y el profesor empezó a mover las orejas y, efectivamente no movía para nada la cabeza. Nosotros nos reíamos al ver los gestos en su rostro que hacían notoria sus arrugas y  que acompañaban a ese singular reto. Al ver que nadie de los alumnos hizo lo indicado,  dijo: "Eso es un conjunto vacío. Cuando  ningún elemento cumple con una condición dada". La sorpresa para él fue que yo me armé de valor y alcé mi manita.

 - Profe, yo puedo mover las Orejas-

-Alumno Yacila no creo que lo haga, pero intente- me comentó.

- Yo empecé  a mover las orejas sin mover la cabeza. El profesor Castillo esbozó una risa, signo de sorpresa y, magistralmente redirigió la clase diciendo: "Si al menos un elemento cumple con una condición, ese conjunto ya no es vacío."  Mi abuelo paterno me había enseñado esa técnica, como recompensa por sacarle algunas canas; canas que por cierto he heredado en demasía y que ostento sin complejos modernos.

La Clase de Conjuntos, de Números Naturales, de Operaciones con Números Enteros, Operaciones con Monomios, Polinomios, Factorización  o Reducción de Polinomios se conviertan realmente en una puesta de escena de los mas ínclitos humoristas, al final el gran profesor Castillo cumplía con su objetivo, que aprendamos esa materia de manera divertida, que descubramos poco a poco a la  la reina y esclava de las demás ciencias, LA MATEMATICA.



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