viernes, 27 de diciembre de 2013

LA GRAN DEYSI: CHISPA, TESON Y AMOR

Deysi nunca conoció  a su padre. Este partió a la eternidad justo cuando ella acariciaba el fértil útero de su progenitora: mi admirable tía Hilda; hermana de mi madre. Después de cuatro años de tal penoso accidente, mi tía Hilda conoce a un gran hombre mientras cuidaba a mi bisabuela Jacoba, en el distrito de La Cruz, una hermosa caleta de Tumbes. Entre el mar, el calor tumbesino y el fulgor de dos jóvenes surgió el amor, y este hombre -al que por cierto estoy profundamente agradecido por el apoyo brindado hacia mi persona- se convertiría posteriormente en su esposo de toda la vida. La pequeña Deysi, de cuatro años de edad, mostraba su gracia, su carisma y también ciertas pinceladas que iban dibujando en las retinas de los que la veían: su carácter servicial y draconiano. El abuelo Víctor y la abuela Nolberta, se encariñaron con la dulce pequeña, y plantearon a mi tía Hilda, ya con 25 años de edad, la posibilidad de que se críe con ellos, debido a que mis abuelos tenían cinco (05) hijas mujeres -Etelvina, Fredesbinda, Mercedes, Carmen y Olga-; ésta última es mi madre y que era contemporánea con Deysi. Inteligentemente mi tía Hilda aceptó, y su esposo, mi tío Santos Agustín-tio Agucho-, demostrando sincera humildad, también aceptó esta decisión.

Deysi se crió rodeada del amor incondicional de sus abuelos y de sus tías, pero que, a la luz de la circunstancias, se convertirían en sus padres y hermanas respectivamente.
Cuando empecé a tener uso de razón, recuerdo a Deysi haciendo gala de la chispa y espontaneidad que la caracteriza: "Paya, hay viene la negra tetona",  me decía.  Ella hasta ahora me dice "Paya", diminutivo de Payaso; en alusión al temor que causaban en mí, estos personajes, cuando íbamos a los circos de carpas parchadas, que llegaban con escasa frecuencia  a mi tierra natal. En estos circos era muy frecuente que hermosas mujeres, dancen al ritmo acelerado de un Mambo, o de una Guaracha; y, además, con absoluta autoridad sacaban a los asistentes a participar en cada número artístico que tenían preparado para la ocasión; resulta que una de estas damiselas, de voluptuoso y contorneado cuerpo, de desproporcionadas glándulas mamarias,  se acercaba decididamente a sacar a mi enjuto padre. Yo, impresionado, al ver esa avalancha de movimientos corporales, salí despavorido, pensé que esa mujer me iba a llevar lejos, en su circo. Mi padre salió a mi encuentro, yo me puse a llorar como lo que era: un niño de cinco años.

A esa edad, a los cinco años, Deysi había procreado tres hijos; frutos del amor desvelado por su esposo, el prosaico "Canuto", su nombre no está en ningún registro de mi pusilánime memoria, y no he me tomado la fácil misión de conseguirlo, simplemente porque quizá, impregnaría una mácula imborrable en este artículo dedicado a  Deysi. Canuto, era un hombre zamarro, procaz al hablar y sobre todo empedernido con las mujeres; solamente bastó que Deysi se enterará de una de  estas felonías, para tomar una decisión extraordinariamente firme y pétrea: separarse de él, y además no quiso verlo nunca más en su vida. Y así fue, Deysi borró todos los recuerdos de Canuto, en las fotografías de su hermoso matrimonio  y también de su memoria; y además, para sentar su carácter, Deysi decidió no aceptar ninguna disculpas, ni regalos, ni obsequios que le hacia  el insulso Canuto.

Deysi  crió a sus tres hijos ( Manuel Edilberto, Jenny Julissa, y Edita Jackeline) prácticamente sola. Vivían en un cuarto, con la abuela. Después de un tiempo, y a solicitud de mi tía Hilda, Manuel, su hijo mayor, se viene a la capital para vivir con ellos, el tenía escasos seis años de edad.

Recuerdo a Deysi como una mujer guerrera, una guerrera de verdad; no las imitaciones de mujeres guerreras que vemos en los idiotizantes programas de televisión. Deysi tiene un temple envidiable, fuerte, con valores morales muy  profundamente arraigados en su accionar. Esto permitió  criar con decisión a sus dos hijas;  las mismas que no comprendían en ese momento el porqué de esa forma de ser, pero ahora ya crecidas, veo signos de agradecimiento y asombro hacia su peculiar madre.
Deysi también es el signo y estandarte de la solidaridad con el otro-como mi amada madre- .Que tal tempestad de amor, vocación de servicio y ayuda al enfermo, al pobre, al mendigo y en realidad a cualquier persona. Deysi  puede asear a un mendigo que lo necesita, con similar dedicación y entusiasmo que lo haría  a su madre o a cualquiera de sus hijos, si es que estos no pudieran hacerlo. Es el amor que ha sufrido una metamorfosis extraordinaria y se ha convertido  en mujer, amor de verdad, amor sincero, amor sin esperar nada a cambio; es el buen samaritano de la parábola, de una parábola real.

Recuerdo que a partir de mis once años, todos los domingos, después asistir a la misa y ver el desfile militar en la plaza de armas de Corrales, toda la familia llegaba a la casa de la abuela: mi tía Etelvina y mi tío Pepe -q.e.p.d- ; mi tía Fredesbinda y mi tío Tito; con la mayoría de sus hijos; mi madre y mis hermanos; es decir cerca de 15 personas, visitábamos a la abuela, era unas reuniones muy amenas y divertidas. Yo me subía a unas motos o bicicletas, que algunas personas dejaban al cuidado de mi abuela.Mientras yo iba al corral a buscar algún huevo de gallina, o subirme a la planta de guanábana para sacar algún fruto; se suscitaba en mi endeble  pensar un cúmulo de preguntas sobre como iba hacer Deysi para alimentar a tanta gente; empero ella lo hacía con desinhibida naturalidad. Deysi desafiaba las leyes de la materia; de la nada, hacía poco; y de lo poco hacía mucho; en resumen, de la nada hacía mucho;  creo sinceramente que  Dios le regalaba el arte de hacer los alimentos con un toque especial, con alguna sustancia que permitía que tu estómago se sacie y, además, con lo justo y necesario para todos, para todos, incluyendo los gatos. Su sazón era extraordinaria, le colocaba el mejor sazonador del mundo: El Amor.
Si a esto le sumamos que Deysi tenía un problema de visión, que le impedía ver nítidamente las cosas, esta actividad tornasola entre la magia y la realidad.

Deysi hizo un negocio en la casa de abuela, vendía sus papitas rellenas, su agua de manzana, sanguches de jamonada, caramelos, etcétera. Eso le permitía sacar adelante a sus hijos ¿y Canuto ?  ¡No se oye padre!
Por las tardes empezaban los preparativos de los alimentos, y por las noches los expendía con ayuda de Jenny o Jacky, ellas se turnaban para atender. El entusiasmo de cada venta era notorio, sus ojos brillaban de alegría, haciendo un mágico y hermoso contraste con la luz de la vela, o el lamparín a kerosone, que usaba para alumbrar el lugar donde se ejercía esta actividad, ya que era muy frecuente la ausencia de energía eléctrica en Corrales, por aquellos melancólicos tiempos.

Vienen a mis memorias, los momentos en que las pequeñas hermanas discutían frecuentemente por cosas innecesarias, propias de los adolescentes. Yo veían en el rosto de Deysi, una faz acongojada cuando esto ocurría. Ella tenia un cuadro de un  niña que estaba llorando. Era un cuadro bien tétrico, era una niña  de cabellos castaño, ojos verdes y una mirada que irradiaba un sentimiento muy extraño. Deysi escuchó algunos comentarios aduciendo que  por ese cuadro, las hermanas se peleaban; así que decidió fiel a su estilo, romper ese bendito cuadro; y aunque parezca mentira las cosas desde ese momento empezaron a cambiar entre las hermanas Jenny y Jacky.

Recuerdo también las infatigables noches de tertulia y cháchara que sostenía junto a mi  entrañable tía Ñaña. No importaba el desenfado y el atrevimiento de los incómodos zancudos, los mismos que aprovechaban un pequeño descuido para impregnar su aguja ponzoñosa y robar algunos milímetros cúbicos de la apreciada sangre de Deysi ¡Ay valienta Pucta! era la expresión entre  cólera y risa, ante una picadura de estos perversos insectos, mientras se rascaba con desmedido afán . El carácter risueño, la forma de hablar  y expresarse siempre en broma, involucrando a cualquier persona que pasaba cerca de la casa; hicieron que a Deysi y a mi  tia Ñaña les pusieran  las Vidales.¡ Hola Vidal!  ¡Que tal Vidal! se decían entre ellas al momento de saludarse y prácticamente toda la conversación  entre ellas, giraba en torno a la broma, la risa y al sarcasmo saludable.  Científicamente está comprobado que la mujer necesita hablar y platicar para menguar el estrés y las vicisitudes de la vida; creo que Deysi, sin querer ejercía de manera pragmática esta teoría, lo que le valió ver su existencia y la realidad que atravesaba, con los incólumes lentes de los sabios, es decir, visualizando la vida con gran resolución humana y dogmática.
   
Deysi encontró la compañía de un gran hombre, pero siempre guardó la calma y con cauto reparo se mostraban juntos, pasó mucho tiempo para que ambos puedan ser albergados por un mismo techo.A este hombre de dócil carácter, trabajador y que mostraba profundo amor a los hijos de Deysi, le estoy muy agradecido porque logró salvar a mi madre de una muerte segura, mientras se iba ahogando en el Sifón, un lugar en el recorrido del canal de irrigación con cierto peligro para bañarse .

Deysi logró conseguir un trabajo en una escuela. Se levantaba antes de que cante el gallito chileno que tenía mi abuela, para preparar el desayuno y dejar listo el almuerzo, para sus hijas; este trabajo insufló en Deysi un alivio económico importante, ella es una trabajadora muy eficiente. Recuerdo que querían reducir personal y las autoridades la coaccionaban para que renuncie de manera voluntaria, y a cambio iba a recibir una fuerte suma de dinero como compensación económica. Si no lo hacia - renunciar voluntariamente- de todas maneras la iban a despedir porque era un modus operandis de la obcecada administración de educación de aquella época. Deysi nuevamente mostró el carácter recio, el temple y la fortaleza que se necesita ante estas circunstancias; simplemente dijo ¡NO!  ¡si me quieren despedir, que me despidan, pero yo no renuncio! expresó escuetamente. Sabia decisión, y una lectura clara de la vida, el problema de visión que tenía, no le impidió visualizar la verdadera razón de este atropello inicuo.Ella conservó su trabajo, y las amistades que por miedo tomaron la decisión equivocada, se lamentan por tal craso error, y felicitan, admiran y hasta envidian sanamente a Deysi.

Deysi también tiene una imaginación envidiable. Recuerdo que en mayo de 1992, yo participaba en un concurso de matemáticas a nivel distrital representando al glorioso Colegio Nacional  7 de Enero. El examen se desarrolló en  la biblioteca municipal y yo estaba sentado en un lugar cerca a la puerta. Deysi ha pasado, me ha visto, ha preguntado que hacíamos allí; y ha ido a la casa de mi abuela con la noticia de que a mi me estaba saliendo humo de la cabeza, de tanto pensar; ¡he visto al paya que le salía humo por el cerebro! Expresaba con su carcajada característica. A la luz de los hechos se ha comprobando que el trabajo intelectual genera mayor interacción entre las neuronas, originando que se eleve la temperatura del cerebro; sin embargo, no es lo suficientemente intensa para  generar humo, como expresaba Deysi con su imaginación.

Deysi sacó adelante a sus tres hijos,  inculcando los valores prístinos desde pequeños, y aun sigue evangelizando con su amor, su esfuerzo, su alegría, su chispa innata y su envidiable palomillada. Deysi cuidó a mi abuela desde siempre y hasta su inusitada muerte; cuida a mi tío Chito en estos momentos donde la salud es precaria; sin embargo  y a pesar de esta coyuntura, Deysi le saca unas sonrisas a mi tío, es decir, le hace pelar las muelas -como decía mi abuelita- .Hoy que estoy crecido y veo a su hijos, sólo puedo expresar algo que decía  nuestro señor Jesuscristro: "Por sus frutos los conoceréis". Son hijos agradecidos, bondadosos y encarrilados por el bien. Deysi siempre te va corregir si es que estás actuando mal, y es que, así como los profetas, lleva ese fuego en la sangre para  ensalzar las cosas correctas y denunciar las cosas que ella con su gran  visión humana, considera que está mal. Deysi es una mujer que ha sido creada por Dios con el barro del amor, la lealtad a la palabra, la firmeza, el esfuerzo, la palomillada a flor de piel, el apodo perfecto para cada ocasión -si no, que lo diga Enrique el popular patillo- ; a mi hijo, el menor sin conocerlo le ha puesto Abel Meque; y otros cientos de apodos que ha puesto con su singular imaginación.
Llevo en mi corazón la imagen de esta gran mujer, de esta prima mía.Siempre andaré por el mundo diciendo: ¡la Deysi, es la Deysi; la Deysi no cree en nadie! Para resumir su carácter y su forma de tratar la vida.Ella ve la vida con una sabiduría heredada de la abuela, ella ve la vida como es : simple y sencilla; con un claro objetivo: ayudar a los demás. Deysi solamente te pido un gran favor, que cuando vaya a Corrales, al esperado Matrimonio-Bautizo-Cumpleaños, no me agarres del copete,no  lo pongas hacia atrás,  y con tu otra mano, no  me des una palmada en mi amplia frente, y no me vuelvas a decir  como antaño: ¡ Paya frente Playa!.




domingo, 15 de diciembre de 2013

MI AMADO TIO CHITO



Por estos tiempos, en navidad, hace diez(10) años, es decir en diciembre del 2003, regresé a mi hermosa tierra natal, después de un período de ausencia considerable. Fui acompañado de la hermosa mujer que posteriormente se convertiría en mi esposa y la madre de mis tres(03) hijos. Recuerdo  que llegamos un día 23 de diciembre, fue una sorpresa total y, obviamente, imagino  que mis familiares, así como yo, se emocionaron en demasía.

Mientras nos adaptábamos al calor característico de Corrales, íbamos haciendo algunos preparativos para la cena navideña. Ya en la ceremonia, mi queridísimo tío Chito -Wilfredo es su nombre y es hermano de mi madre-  hace uso de la palabra. Su voluntad y su entusiasmo sorprendió a muchos, porque él, al igual que yo, tiene cierto reparo al momento de hablar ante mucha gente. Comenzó hablando de lo feliz que sentía de compartir con los presentes, quizá su última Navidad, y más alegre aún,  debido  a que su sobrino, el pequeñín, el hijo mayor de su hermana menor haya regresado hecho un joven, ya con veintiséis(26) años de edad.

Quiero compartir con ustedes la importancia de las relaciones familiares para los niños, y como éstas van enhebrando a través del tiempo, sentimientos de unión, de pertenencia, de afecto y de amor verdadero.

Después del terrible fenómeno de “El Niño” de 1983  mi familia se trasladó a la casa de mi abuela materna: “La mamita”. Yo tenía cinco (5) años, y en mi frágil memoria se almacenan recuerdos no muy gratos de lo que puede hacer la madre naturaleza. En la nueva casa me sentía muy querido tanto por mi abuela —a pesar de su rigidez y su disciplina—  y también por mi tío Chito. Recuerdo que acariciaba mi pequeña cabeza con sus manos empapadas de agua para contrarrestar los efectos del incesante Sol. Por las tardes veíamos una serie de vaqueros en su inolvidable televisor de 24 pulgadas blanco y negro,  mientras comíamos mangos, o sandías, o zapotes,  o algún guineo (plátano de seda)  que tenía en su mesa de nogal.

Cuando tenía entre los ocho (8) y diez (10) años de edad, en tiempo de cosecha, íbamos  a su fértil chacra; el camino hacia allá era toda una aventura que hoy trato de describir emocionado a mis hijos.  Subíamos a los burros que él había alquilado, cruzamos “la variante” —especie de canal de irrigación — y llegábamos a la chacra donde él sembraba maíz y/o  arroz, según la estación. Si la cosecha era de maíz, regresábamos de la chacra con dos (2) costales; uno al lado izquierdo y el otro al derecho del asno. Yo me subía en uno de ellos y lo dirigía  hacia la casa de la abuela, donde se había acondicionado un ambiente como almacén de los sacos, que luego los rompíamos y las hermosas mazorcas quedaban expuestas.

Se esperaba un determinado tiempo, y se iniciaba el proceso de desgrano. Cada uno de los primos tenía una lata de metal —eran latas vacías de aceite— donde colocaba el maíz desgranado. Mi tío nos pagaba por el trabajo realizado, y para ser sinceros, aquella actividad no significaba un trabajo, era una diversión. Por otro lado, si la cosecha era de arroz, el destino era el vetusto molino de mi distrito.

También recuerdo que compró dos(2) chivos y me encargó que los cuide. Esta actividad principalmente consistía en alimentar a los animalitos y para eso tenía que llevarlos a pastear. Es así que en las vacaciones mi tarea era llevar a los chivos por las inmediaciones de su chacra para alimentarlos. Al final logré encariñarme demasiado con los animalitos, que después no quería comer su carne, en un rico seco de cabrito brindado como ágape en un cumpleaños de un familiar.

Mi tío gustaba de verme jugar en la plaza central de Corrales, aunque parezca mentira, yo era muy hábil con el balón. Hacia la bicicleta, guachitas, y dominaba” la gordita”;  a veces jugábamos sin zapatos y las sandalias que llevábamos las poníamos una en cada brazo a la altura del codo, como simulando unas aletas. Recuerdo que mi  tío les comentaba a sus amigos que yo me llamaba Zico y que iba ser un gran jugador, como el magistral futbolista brasileño Artur Antúnez Coimbra; creo que a estas alturas de mi vida, ese sueño no se hará realidad.

Recuerdo estar cerca  junto a mi madre cuando mi tío sufrió un accidente, lo llevaron de emergencia a la ciudad de Piura. Recuerdo que yo sentía mucho dolor, cuando pensaba  que se iba a morir. No quería que se vaya de este mundo, no quería que se vaya  sin que me viera grande, ya crecido.

A los doce (12)  de edad mi familia se trasladó a vivir cerca de la quebrada y del canal de irrigación. En tiempo de vacaciones, casi todos los días me bañaba en el canal, eran momentos de felicidad plena, de alegría sin igual, con mis entrañables amigos: “la matraca”, “Julio Antón”, “el ratón”, “pelé”, “el uñón” entre otros; durante esos maravillosos días yo veía  pasar a mi tío rumbo a su chacra muy temprano al despertar de la mañana, así como lo veía regresar, en el ocaso del día. ¡Zicolate, cuida a tu madre! me decía siempre.

Mi tío es un hombre de campo, honrado, sencillo, humilde, taciturno, sin afanes materiales; él nos dió—con la gratuidad de los sabios y los hombres que trascienden— un afecto muy especial tanto para mis hermanos como a mí, del cual estamos profundamente agradecidos. Vive sosegado, quizá con los achaques propios de la edad, pero cuando lo llamo, su voz resuena como la más sutil brisa que gratifica el alma, su voz me trasmite alegría y felicidad.

Hoy mi tío, tiene casi  ocho  décadas de vida, está alejado de la chacra, a la que le dedicó toda la vida. Su salud no es la mejor, pero tiene el ánimo y la fortaleza que caracteriza a los hombres de campo.

Creo que estoy en su corazón, no sé si con la intensidad con la que él está en el mío. Los cuentos que le describo a mis hijos comienzan con: "Había una vez en una tierra muy lejana un niñito, que tenía un tío que lo quería mucho; se iban a la chacra a cosechar maiz...". Mis hijos lo quieren conocer, muy pronto yo tendré nuevamente la gracia de estrechar su mano y darle un fuerte abrazo.

Que suerte la mía de haber tenido a mi lado personas que han ido formando mi carácter, mi pensar, mis afectos, mi conducta, la respuesta ante la vida y la naturaleza, una de ellas es mi amado tío Chito.

Pronto nos veremos, pronto el personaje central de los cuentos de mis hijos tomará vida, y ellos al igual que yo, nos sumergiremos en una alegría casi infinita, y como el final de los cuentos para niños, todo será felicidad.










 

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